Quantcast
Channel: Editorial Streicher
Viewing all articles
Browse latest Browse all 1028

El Dios de Israel, un Sanguinario y Vengativo Sociópata

$
0
0


     El siguiente artículo del francés Laurent Guyénot es el quinto y final de una serie que con éste completamos. Lo hemos traducido desde el sitio russia-insider.com donde fue publicado en Julio de 2018. Aquí el autor prosigue la caracterización del dios tribal aludido, ilustrando sus rasgos psicopáticos, los hijos que produce dicha insania, sus probables dobles, su carácter maligno, sus celos de otras deidades, y las astucias para hacerlo pasar como el creador del universo, no siéndolo, desvelando en suma una personalidad que ya habían denunciado los perseguidos antiguos gnósticos.


El Dios de Israel Es un Sanguinario y Vengativo Sociópata.
¿Explica Eso la Misantropía de los Judíos?
por Laurent Guyénot
22 de Julio de 2018




Introducción

     Este artículo es la continuación y conclusión de una serie de artículos que escribí recientemente. En el primero, "¿Cuán Bíblico Es el Sionismo?" [1], escribí: "Cuando los líderes israelíes afirman que su visión del futuro global está basada en la Biblia (hebrea), nosotros deberíamos tomarlos en serio y estudiar la Biblia (hebrea)".


     En el segundo, "¿Cuán Sionista Es el Nuevo Orden Mundial?" [2], expliqué que el sionismo nunca fue un movimiento nacionalista como otros; en tanto que está arraigado en la narrativa bíblica, contenía desde el comienzo un plan para la dominación mundial.


     En el tercer artículo, "¿Quién Demonios es el Príncipe de Este Mundo?" [3], sostuve que la principal característica de la ideología bíblica —y el secreto mejor guardado del judaísmo— es su antropología materialista, mejor resumida por el rabino estadounidense Harry Waton: "La única inmortalidad que existe para el judío es la inmortalidad en el pueblo judío".


     En el cuarto artículo, "¿Es Israel un Psicópata?" [4], sostuve que "Israel es el psicópata entre las naciones, y eso significa una tremenda capacidad para manipular, intimidar, corromper moralmente, y conseguir lo que ellos quieren".


     En esta parte quinta y final, deseo abordar una vez más la cuestión de la raíz bíblica de la judeidad, sosteniendo que el comportamiento psicopático de Israel —entendido como un Estado nacional y como una comunidad organizada internacional— es el resultado final de la "personalidad" psicopática del dios judío retratado en la Biblia.

     Permítame primero declarar que no siento ningún placer en ofender la fe religiosa de alguien. Algunos cristianos me dicen que yo no leo el Antiguo Testamento correctamente, a través de los lentes del Nuevo Testamento. Mi respuesta es: léalo como usted quiera, y convierta a los judíos a la lectura que usted haga, si usted puede.

     Mi objetivo es explicar cómo los judíos, por quienes y para quienes fue escrito, han estado leyéndolo durante más de cien generaciones, y cómo eso ha formado su visión del mundo, y sigue formando la visión de muchos judíos de la élite. Entiendo e incluso empatizo con la dificultad que tienen los cristianos para involucrarse en ese esfuerzo, pero creo que no habrá ninguna cura duradera contra la corruptora influencia de la judería internacional sin una investigación etiológica imparcial.

     Evaluar correctamente la ideología subyacente del Tanaj [Biblia] hebreo y su influencia sobre aquellos que lo consideran como su "relato nacional", requiere que dejemos de lado la noción de que fue inspirado por "Dios"de algún modo, ya que esa noción induce una disonancia cognoscitiva que perjudica nuestro juicio racional y moral.

     De hecho, deberíamos renunciar quizás a mirar la Biblia hebrea como un libro religioso, porque la categoría de "religión" no explica su fuerte influencia sobre judíos no religiosos. Como he mostrado en "¿Cuán Bíblico Es el Sionismo?", la mayoría de los líderes israelíes, desde Ben-Gurión a Netanyahu, son no-religiosos, pero su visión del mundo es, sin embargo, profundamente bíblica.

     La perspectiva bíblica es la esencia de la judeidad, de la cual Nahum Goldman dijo que es imposible decidir si ella "consiste primero en pertenecer a un pueblo o practicar una religión, o ambas cosas juntas"[5]. Esa ambivalencia es estratégica: es usada por la judería organizada para rechazar la crítica calificándola como anti-judía o como un asalto contra la libertad religiosa, dependiendo de las circunstancias.

[5] Nahum Goldmann, Le Paradoxe Juif. Conversations en Français avec Léon Abramowicz, 1976 (archive.org), p. 9.

     No deberíamos caer en esa trampa. De lo que estoy hablando aquí es de la ideología bíblica. Si esa ideología debiera ser clasificada como religiosa, es irrelevante. Cualquier idea, cualquier ideología, puede ser criticada, no importa cuán sagrada o antigua se crea que es. Y ya que las primeras víctimas de una idea tóxica son los hombres y mujeres que creen en ella, ellos son los primeros a los que tiene que serle explicada su toxicidad.

     La categoría más apropiada para entender tanto la Torá [el Pentateuco o cinco primeros libros de la Biblia] como la judeidad no es "religión" sino "convenio" (berit en hebreo, que significa también "tratado" o "juramento de lealtad"). El fundamento de la judeidad es el Convenio Mosaico. Mientras los judíos religiosos lo consideran un convenio de judíos con un dios, los judíos de la élite no religiosa, como los miembros de la secta B'nai B’rith ("Hijos del Pacto") o de la Aliance Israélite Universelle, lo consideran como simplemente un convenio entre los judíos mismos. Por eso la judeidad podría fácilmente pasar de ser definida como un juramento de lealtad a Yahvé, a ser hoy indistinguible de un juramento de lealtad a Israel.


El Celoso

     Los antiguos egipcios creían que «los dioses son seres sociales, que viven y actúan en "constelaciones"», escribió el egiptólogo alemán Jan Assmann [6]. Yahvé, por otra parte, es "el Celoso" (Éxodo 34:14). Él es un dios solitario que manifiesta hacia todos los otros dioses una intolerancia implacable que lo caracteriza como un sociópata entre sus pares. Los egipcios trataron de explicar ese agresivo exclusivismo de la religión judía identificando al dios judío con Seth, el malvado dios del desierto, el hambre, el desorden y la guerra, que había sido desterrado por el concilio de los dioses después de haber asesinado por celos a su hermano mayor Osiris [7].

[6] Jan Assmann, Of God and Gods: Egypt, Israel, and the Rise of Monotheism, University of Wisconsin Press, 2008, p. 47.
[7] Según una leyenda egipcia registrada por Plutarco (Isis y Osiris), Seth viajó por Palestina donde él engendró dos hijos, Hierosolymos y Youdaios, es decir, "Jerusalén" y "Judá". Tácito y otros historiadores también mencionan rumores de que el templo de Jerusalén albergaba la cabeza dorada de un asno, siendo el asno el símbolo de Seth.

     A partir del tercer milenio a.C. en adelante, las naciones fundaron su diplomacia y comercio exterior en su capacidad para equiparar a sus dioses, reconociendo de esa manera que ellos vivían no sólo en la misma tierra sino bajo el mismo cielo. "Los contratos con otros Estados", explica Jan Assmann, "tenían que ser sellados con un juramento, y los dioses a quienes se hacía ese juramento tenían que ser compatibles. De ese modo, se elaboraron tablas de equivalencias divinas que eventualmente correlacionaron hasta seis panteones diferentes". Pero Yahvé no podía ser equiparado con ningún otro dios; sus sacerdotes prohibieron hacer aquello. "Mientras que el politeísmo, o mejor dicho el cosmoteísmo, hizo que culturas diferentes fueran mutuamente transparentes y compatibles, la nueva contra-religión [el Yahvismo] bloqueó la traducibilidad intercultural" [8]. Y cuando Yahvé ordenó a su pueblo: "Ustedes no harán ningún pacto con ellos o con sus dioses" (Éxodo23:32), o "No pronuncien los nombres de sus dioses, no juren por ellos, no los sirvan y no se inclinen ante ellos" (Josué 23:7), él estaba en efecto impidiendo cualquier relación de confianza y ecuanimidad con los pueblos vecinos.

[8] Jan Assmann, Moses the Egyptian: The Memory of Egypt in Western Monotheism, Harvard University Press, 1998, p. 3.

     Yahvé enseñó a los hebreos el desprecio por las deidades de sus vecinos, haciéndolos, a los ojos de esos vecinos, una "raza odiada por los dioses"(Tácito), y por lo tanto una amenaza para el orden cósmico y social, puesto que, escribió Tácito (y eso fue mucho antes del Talmud), los judíos muestran "una obstinada lealtad y una pronta benevolencia hacia sus hermanos judíos. Pero al resto del mundo ellos lo encaran con el odio reservado para los enemigos"(HistoriasV, 3-5).

     Ninguna otra nación, de hecho, trató a sus enemigos como se ha dicho que hicieron los hebreos en tiempos bíblicos. El código de guerra del Deuteronomiocap. 20, que ordena exterminar a "toda cosa viviente" en las cercanas ciudades conquistadas, y que fue aplicado a la gente de Jericó (Josué6:21) y a los amalecitas (1Samuel 15:3) —mientras que entre los madianitas fueron salvadas, como botín, las "muchachas jóvenes que nunca han dormido con un varón"(Números 31:18)— no se ha oído nunca en los registros de otras naciones.

     Los asirios, cuyo dios Assur no era ningún ángel, no mataron a los israelitas, sino que los deportaron y reasentaron, y los babilónicos hicieron lo mismo a los judeanos, a quienes incluso se les permitió mantener su tradición y su cohesión, y prosperar en las riberas del río Éufrates.

     Yahvé es el más cruel de todos los dioses nacionales y militares, incluso de acuerdo a los estándares de los tiempos bíblicos. Pero Yahvé haría que nosotros creyéramos que todos los otros dioses, no él, son abominaciones que tienen que ser erradicadas de la faz de la tierra. Todo comenzó con Assur. Los celos de Yahvé realmente se hicieron patológicos después de la destrucción de Israel por parte de Asiria. En los estratos más antiguos del libro de Isaías, compuesto alrededor de aquel tiempo, oímos a Yahvé incapaz de hacer frente a la frustración y humillación, y consumido con la sed de venganza:

     «Yahvé de los ejércitos ha jurado, y dicho: "De seguro tal como lo he calculado, así tiene que suceder; y lo que he resuelto, se realizará, a fin de quebrar al asirio [Assur] en mi tierra, y para que lo pisotee en mis propios montes; y para que su yugo realmente se aparte de sobre ustedes, y para que su mismísima carga se aparte de vuestros hombros". Esta es la resolución tomada contra toda la tierra, la mano que está extendida contra todas las naciones. Una vez que Yahvé de los ejércitos lo ha decidido, ¿quién podrá detenerlo? Y su mano extendida, ¿quién puede volverla atrás?»(Isaías 14:24-27).

     Escuche a Yahvé completamente airado después de su fracaso, y usted oye a un megalómano narcisista: "Por mí mismo lo he jurado; de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: que delante de mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua"(Isaías 45:23)


Hijos del Dios Sociopático

     En la Biblia, el destino del pueblo judío está unido exclusivamente al criterio de su obediencia al pacto de Yahvé, que incluye la prohibición de cualquier alianza con la gente que habita la tierra prometida, y la destrucción de sus santuarios (Éxodo 34:12-13). Cada revés de la fortuna es explicada por un incumplimiento de contrato de parte del pueblo, y sirve para reforzar la sumisión de la gente. Cuando un pueblo hostil ataca a los hebreos, nunca se debe a lo que los hebreos les hicieron, sino debido a la infidelidad de los hebreos a Yahvé. En palabras de Kevin MacDonald:

     "La idea de que el sufrimiento judío se deriva de que los judíos se apartan de su propia ley aparece casi como un constante toque de tambor a través de todo el Tanaj, un permanente recordatorio de que la persecución contra los judíos no es el resultado de su propio comportamiento ante los Gentiles sino que es más bien el resultado de su comportamiento ante su dios" [9].

[9] Kevin MacDonald, Separation and Its Discontents: Toward an Evolutionary Theory of Anti-Semitism, 1998, e. 6187–89.

     Es importante reconocer que, en la Biblia, las primeras víctimas de la violencia de Yahvé son los propios judíos. En el Deuteronomio se ordena el apedreamiento de cualquier padre, hijo, hermano o esposa que «trata en secreto de seducirte, diciendo: "Vamos y sirvamos a otros dioses"(...) ya que esa persona ha tratado de desviarte de Yahvé tu dios». Peor aún, Yahvé ordena la completa matanza e incineración de cualquier ciudad donde tales «canallas de tu propia raza (...) han pervertido a sus conciudadanos, diciendo: "Vamos y sirvamos a otros dioses"», ya que eso es "lo correcto a los ojos de Yahvé tu dios" (Deuteronomio 13:7-19).

     Cuando algunos israelitas se casaron con mujeres moabitas, las cuales «los invitaron a los sacrificios de sus dioses», «Yahvé dijo a Moisés: "Toma a todos los líderes del pueblo y empálalos de cara al Sol, delante de Yahvé"» (Números 25:1-4).

     Aquellos judíos que se relacionaron con sus vecinos en vez de matarlos, que comieron con ellos, que se intercasaron con ellos, y que, mientras hacían todo eso, mostraron respeto por los dioses de ellos, son la escoria del pueblo judío, según la Biblia. Así es cómo a los judíos les han enseñado a ver las cosas durante cien generaciones (y a los cristianos también, en realidad).

     El mensaje bíblico es, en esencia: "No se relacionen con idólatras (con no-judíos), desprecien sus tradiciones, y —de ser posible— explótenlos, esclavícenlos, y extermínenlos. Si, después de eso, ellos los atacan a ustedes, aquello es culpa vuestra: ustedes no han obedecido con la suficiente escrupulosidad". Tal es la insana lógica cognoscitiva, internalizada durante más de 25 siglos, que encierra a los judíos en el dilema infernal de elección y persecución.

     Ese modo de pensar está basado en la negación de la humanidad del otro, lo cual es en efecto la esencia de la psicopatía. No se le ocurre al psicópata preguntarse por los sentimientos del otro a fin de tratar de entender su cólera, porque el otro es fundamentalmente un objeto y no una persona: sus motivaciones son irrelevantes. Nunca la comunidad judía toma en cuenta los agravios de sus perseguidores. Sus élites prohíben aquello.

     Ante su pueblo elegido, el bíblico Yahvé se comporta como un psicópata que impide a su único hijo construír lazos fructíferos con otros, a fin de mantener el control total de él y convertirlo en una extensión de sí mismo. Si tal padre psicópata tiene éxito, su hijo no encontrará consuelo, ninguna figura paterna sustituta, y por lo tanto ningún apoyo para su recuperación. Él habrá sido entrenado para percibir toda atención generosa como una amenaza, y cualquier gesto de compasión como una agresión. Él aprenderá a ver todo lo que lo rodea sólo como potenciales enemigos. Yahvé convence a los judíos de que todos los no-judíos que desean ser sus amigos son de hecho sus peores enemigos, y de que cualquier confianza en los Gentiles conduce sólo al desastre. Las prohibiciones del culto y de los alimentos son para impedir cualquier socialización fuera de la tribu. "Te pondré aparte de todos esos pueblos, para que tú seas mío" (Levítico 20:26).

     La endogamia estricta es la orden central, y está directamente unida a la demanda de Yahvé de adoración exclusiva. Después de la conquista de Canaán, se prohibió casarse con los hijos de los nativos, "porque tu hijo sería apartado de seguirme a mi para servir a otros dioses; la ira de Yahvé ardería contra ti y él te destruiría al instante" (Deuteronomio 7:3-4).

     En el mundo antiguo, el matrimonio requería la adopción mutua de los dioses de cada uno, o al menos su cohabitación en la misma casa. Eso no constituía un problema en la medida que los dioses son seres sociales que se aceptan unos a otros. Pero el dios de los hebreos es un dios celoso, que no tolera a ningún otro. Aunque la mayor parte de los sionistas pretenden ser ateos, la regla fundamental no ha cambiado, porque es la esencia de la judeidad. Intercasarse es, según Benzion Netanyahu, padre del Primer Ministro israelí, equivalente a "un acto de suicidio"[10]. ¿Qué mejor prueba necesitamos de que la élite israelí piensa de manera bíblica?

[10] Benzion Netanyahu, The Founding Fathers of Zionism (1938), 2012, k. 2203–7.

     Necesitamos un enfoque revisionista en cuanto a la historia bíblica. Ella retrata a todas las otras naciones fuera de Israel como repulsivos idólatras. Pero no lo eran. Los abominables egipcios habían construído la primera gran civilización; ellos habían introducido el cultivo de trigo en el mundo. Ellos eran un pueblo pacífico y muy espiritual. Lo mismo los cananeos. Siempre que los israelitas bíblicos se resistían a la orden antisocial de Yahvé de permanecer separados de ellos, son llamados "tercos".

     Pero ¿no deberíamos sentir compasión por aquellos judíos rebeldes, que trataron de hacerse amigos con sus vecinos, y asimilarse en las civilizaciones que los recibieron? ¿Y qué hay de aquellos judíos que se resisten a las órdenes de Yahvé de matar a hombres, mujeres y niños de manera indiscriminada? ¿Cómo deberíamos juzgar al rey Saúl, que fue depuesto por salvar a un hombre? Si insistimos en que Yahvé es Dios, ¿cómo podemos criticar a los judíos de hoy por su fuerte lealtad comunitaria? ¡Ellos lo aprendieron de la Biblia!


¿Yahvé y Molec Son el Mismo?

     Una rápida mirada a la biografía no autorizada de Yahvé hecha por eruditos bíblicos nos iluminará acerca de su personalidad. Mucho antes de que él afirmara ser el Creador del Universo —es decir, mucho antes de que el Génesis fuera escrito— Yahvé era un dios local y tribal adscrito al montículo Sinaí (también llamado Horeb), localizado en Madián, en el Noroeste de Arabia, según Éxodo cap. 2, y no en Egipto, como la Iglesia romana lo localizaría en el siglo IV, a pesar del hecho de que incluso Pablo sabía que el monte Sinaí está en Arabia (Gálatas 4:25).

     Esa región es volcánica, con erupciones registradas hasta la Edad Media, y el monte Sinaí es claramente un volcán: cuando Yahvé habló a Moisés en el monte, los demás sólo percibieron "truenos y relámpagos, una densa nube en el monte y un estruendo muy fuerte de trompeta. (...) El monte Sinaí fue completamente envuelto en humo, porque Yahvé había descendido allí en forma de fuego. El humo se elevó como el humo de un horno y la montaña entera tembló violentamente. El sonido de trompeta sonó cada vez más fuerte. Moisés habló, y Yahvé le contestó en los truenos" (Éxodo 19:16-19) [11].

[11] La naturaleza volcánica del monte Sinaí y su localización en Arabia fueron primero argumentadas por Charles Beke en "Mount Sinai a Volcano" (1873) y en "Sinai in Arabia and of Midian" (1878). Aquello es hoy ampliamente aceptado por los investigadores bíblicos, y ha sido popularizado en libros y películas por aventureros como Bob Cornuke y Larry Williams. Véase tambien de Howard Blum "The Gold of Exodus: The Discovery of the True Mount Sinai", 1998.

     Yahvé nunca olvidaría totalmente su ambiente volcánico. Él siguió siendo "un fuego consumidor" (Deuteronomio4:24), sobre todo en la literatura apocalíptica: en los Últimos Días, "encendido como un horno", Yahvé "pondrá en llamas"a todos los malhechores, "no dejándoles ni raíz ni rama"(Malaquías 3:19).

     Yahvé conservó otros rasgos primitivos. Él es conocido como el dios que ordenó que Abraham sacrificara a su hijo, pero entonces contuvo su mano y se satisfizo con un carnero (Génesis 22). Él ha sido por lo tanto comparado favorablemente con el dios cananeo Molec, a quien se decía que los niños primogénitos eran ritualmente sacrificados. Pero eruditos bíblicos como Thomas Römer creen que Molec era de hecho nada menos que Yahvé mismo.

     El nombre MLK, vocalizado como Molec en el texto masorético (el Tanaj del siglo IX que primero introdujo vocales en la escritura hebrea), pero como Melec en la Septuaginta griega, es idéntico a la palabra hebrea para "rey", aplicada más de cincuenta veces a Yahvé y usada para formar nombres hebreos tales como Abimelec ("Melec es mi padre") en Génesis 20:2, o Elimelec ("Melec es mi dios") en Ruth 1:2.

     Algunos salmos contienen la aclamación "Yahvé melec", "Yahvé es rey", todavía en uso en canciones religiosas judías. Los versículos del Levítico que prohíben los sacrificios de niños testifican de manera indirecta que ellos fueron hechos en nombre de Yahvé y del santuario de Yahvé: "Tú no permitirás que ninguno de tus niños sea sacrificado a Molec, profanando así el nombre de tu dios. Yo soy Yahvé" (18:21); "Cualquiera, sea él israelita o extranjero residente en Israel, que dé alguno de sus hijos a Molec, será muerto. (...) porque dando a un niño suyo a Molec él ha profanado mi santuario y mi santo nombre" (20:2-5). Jeremías7:30-31 confirma que "la gente de Judá" siguió "quemando a sus hijos e hijas (...) en el templo que lleva mi nombre, para profanarlo".

     Aunque Yahvé declara que eso es "una cosa que nunca ordené, aquello nunca había entrado en mis pensamientos", el hecho mismo de que un escriba escribiera eso indica, según Thomas Römer, que la gente que sacrificó a sus niños afirmó realmente que fue requerido por Yahvé. Es sólo durante la época persa que los sacrificios humanos se convirtieron en tabú, y que ellos fueron disociados del culto de Yahvé [12]. Sin embargo, los israelitas son retratados como creyentes en su eficacia, ya que cuando los moabitas (los parientes de los israelitas en tanto descendientes del sobrino de Abraham) fueron sitiados por los israelitas, el rey de Moab "tomó a su hijo mayor que debía sucederlo y lo ofreció como un sacrificio en la muralla de la ciudad. Alarmados por eso, los israelitas retrocedieron y se retiraron a su propio territorio" (2 Reyes 3:26-27).

[12] Thomas Römer, The Invention of God, Harvard University Press, 2017. Versión original francesa, L’Invention de Dieu, 2015, pp. 181-183.


¿La Alianza Mosaica es Satánica?

     La historia contenida en el Éxodo probablemente refleja una tradición muy antigua y sagrada en cuanto al origen del pacto Mosaico. Ese convenio, o alianza, fue sellado con un sacrificio ritual: se construyeron altares al pie del monte Horeb, y se mataron bueyes como "sacrificios de comunión". "Moisés entonces tomó la mitad de la sangre y la puso en cuencos, y la otra mitad él la roció en el altar". Después de leer el "Libro del Convenio", él «tomó la sangre y la roció sobre la gente, diciendo: "Ésta es la sangre del pacto que Yahvé ha hecho con ustedes, que implica todas estas estipulaciones"» (Éxodo24:4-8). Como ha mostrado el orientalista William Robertson Smith, esa manera de sellar con sangre una alianza entre tribus, o un juramento de lealtad a un jefe, era común en la Arabia pre-islámica [13].

[13] William Robertson Smith, Lectures on the Religion of the Semites: The Fundamental Institutions, 3ª ed., 1927, p. 314, citado en Thomas Römer, op. cit., p. 112.

     El "Libro de la Alianza" mencionado en Éxodo se refiere al complejo código de leyes que los hebreos deben seguir, que se encuentra detallado en el resto de la Torá (Pentateuco). Los discursos de Moisés en el Deuteronomionos presentan los términos básicos del convenio. Al leerlos, deberíamos tener presente que, en esa etapa de la historia, Yahvé no es considerado que sea dios; él sólo se ha presentado a Moisés como "el dios de tus antepasados"(Éxodo 3:6).

     "Hoy ustedes han obtenido esta declaración de Yahvé: que él será vuestro dios, pero sólo si ustedes siguen los caminos de él, guardan sus estatutos, sus mandamientos, sus costumbres, y escuchan su voz. Y hoy Yahvé ha obtenido esta declaración de ustedes: que ustedes serán el propio pueblo de él —como él ha dicho— pero sólo si ustedes guardan todos sus mandamientos; entonces para alabanza y renombre y honor, él los levantará a ustedes más alto que a cada otra nación que él ha hecho, y ustedes serán un pueblo bendito para Yahvé, como ha prometido" (Deut. 26:17-19).

     "Yahvé te hará abundar en posesiones: en los descendientes de tu cuerpo, en la producción de tu ganado y en la producción de tu suelo, en el país que él juró a tus antepasados que les daría. Para ustedes Yahvé abrirá sus ricos tesoros, el cielo, para dar a vuestro país su lluvia en el tiempo adecuado, y para bendecir todos tus trabajos. Ustedes harán súbditas a muchas naciones, pero ustedes no estarán sometidos a ninguna"(28:11-12).

     Lo que Yahvé promete es la prosperidad material, en detrimento de otros pueblos. En este punto, el Tanaj es notablemente consecuente: "Tú sorberás la leche de las naciones, y la riqueza de los reyes" (Isaías 60:16); "la riqueza de todas las naciones circundantes será amontonada: oro, plata, ropa, en enorme cantidad" (Zacarías 14:14). Las recompensas espirituales no son parte del trato.

     De hecho, si recordamos que Yahvé enseñó a los judíos que ellos no tienen almas individuales (lea mi artículo "¿Quién Demonios es el Príncipe de este Mundo?"), lo que equivale a reclamar sus almas para él mismo, podemos decir que el pacto Mosaico tiene la naturaleza de un pacto como el hecho por Fausto: Israel obtendrá cada éxito mundano a cambio de su alma: "Tú, de todos los pueblos, serás mi posesión personal"(Éxodo19:5).

     Es instructivo comparar la promesa de Yahvé a su pueblo de que ellos gobernarán sobre "cada otra nación en el mundo"sólo si ellos "obedecen fielmente la voz de Yahvé su dios, conservando y observando todos sus mandamientos" (Deuteronomio 28:1), con el trato de Satán con Jesús en Mateo 4:8-10: "El diablo le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor. Y le dijo: Yo te daré todo esto, si te arrodillas delante de mí y me rindes adoración".

     Al menos, es difícil ver lo que distingue a Yahvé de Mammón (una personificación de la Riqueza en Mateo 6:24), cuando él se muestra poseído por la avaricia de metales preciosos: "Sacudiré todas las naciones, y los tesoros de todas las naciones fluirán hacia ti, y llenaré de gloria este templo, dice Yahvé Sabaoth [Yahvé de los Ejércitos]. ¡Mía es la plata, mío es el oro!, declara Yahvé Sabaoth" (Hageo 2:7-8). Esto puede ser contrastado con la advertencia de Jesús: "Haceos tesoros en el cielo" (Mateo 6:20-21), que es totalmente ajena al Yahvismo.


Yahvé contra Baal

     Sólo Yahvé es el dios verdadero, dice él, mientras que todos los otros dioses son demonios. Eso es llamado transposición de la culpa, y es típico de los psicópatas. Nosotros tenemos que ver a través de ello y romper el hechizo.

     Demos una mirada imparcial a Baal, el rival más formidable de Yahvé en la Biblia. En los libros de los Reyes, Baal es presentado como un dios extranjero importado por Jezabel, la esposa fenicia del rey Acab (1Reyes 16:31-32). Pero Baal realmente era adorado por todas partes de Siria mucho antes de que Yahvé fuera importado desde las tierras semi-desérticas del Sur de Judá [14]. Baal Shamem, el "Señor Celestial", fue identificado como el dios del Cielo, y su adoración trascendía los límites étnicos [15]. Entonces es irónico que Yahvé, dios de los judíos exclusivamente, compitiera con él por el status de dios supremo.

[14] Thomas Römer, op. cit., pp. 71-93.
[15] Norman Habel, Yahweh versus Baal: A Conflict of Religious Cultures, 1964, p. 41.

     El Ciclo de Elías (de 1Reyes cap. 17 a 2Reyes cap. 13) admite que el culto de Baal recibió apoyo Real en el poderoso reino de Israel bajo la dinastía de Omrid (siglo IX a.C.). Los sacerdotes de Yahvé condenaron la adoración de Baal, y el cuento bíblico muestra a Elías desafiando a 450 profetas de Baal para conjurar el relámpago sobre la ofrenda quemada de un toro: "Ustedes deben llamar el nombre de su dios, y yo llamaré el nombre de Yahvé; el dios que conteste con fuego, es dios en efecto". Los profetas de Baal se cansaron gritando a su dios, realizando sus bailes e hiriéndose ellos mismos con espadas y lanzas, sin obtener resultado, mientras que Yahvé prende fuego al toro de Elías después de que éste lo empapó con doce jarros con agua para condimentar el desafío.

     La gente entonces se postró sobre sus caras y gritó: "¡Yahvé es dios!". Entonces ellos agarraron a todos los profetas de Baal, y Elías los mató (1Reyes18). Así fue demostrada la superioridad de Yahvé, en un enfrentamiento digno de Hollywood. Elías, sin embargo, tuvo que huír de la venganza y caminó cuarenta días al monte Horeb, donde después de un huracán, un terremoto y una erupción de fuego, recibió la palabra de Yahvé. Él debía volver a Israel y ungir al general Jehu quien, después de un golpe contra el rey Omrid en 842 a.C., promovería primero el culto de Yahvé en el reino de Israel.

     Baal era para los sirios lo que Osiris era para los egipcios: a la vez dios de la fertilidad y señor de los muertos. De ese modo, la adoración de Baal estaba asociada con la vida futura y con lo que es presentado peyorativamente como nigromancia [16]. Tales creencias y prácticas religiosas tenían también fuertes conexiones con el símbolo de la serpiente, asociada a la naturaleza ambivalente de la muerte. Se nos dice que los israelitas adoraron y ofrecieron sacrificios a una serpiente de bronce llamada Nehushtan, supuestamente construída por Moisés, hasta que el gran rey Ezequías la destruyó (2 Reyes18:4).

[16] Klass Spronk, Beatific Afterlife in Ancient Israel and in the Ancient Near East, 1986, pp. 344–345.

     En el Génesis, la serpiente ha experimentado una inversión, como parte de la campaña para demonizar a otras religiones: cuando la serpiente ofrece a los primeros humanos los medios para "abrir sus ojos y ser como dioses" (Génesis 3:5), ella toma prestado el lenguaje de los misterios iniciáticos destinados a adquirir la inmortalidad; pero los escribas yahvistas la presentan como una mentirosa. Por consiguiente, la idea de tratar de llegar a ser como dioses pasa hoy como algo luciferino, aunque los Padres griegos de la Iglesia cristiana enfatizaron el potencial del hombre para la deificación (theosis) bajo la lógica de que "Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera llegar a ser un dios" [17].

[17] John Meyendorff, Byzantine Theology: Historical Trends and Doctrinal Themes, Fordham University Press, 1974.


La Reina del Cielo

     El odio de Yahvé hacia Baal es igualado sólo por su repulsión por Ashera, la Gran Diosa adorada a través de todo el mundo del Mediterráneo bajo muchos nombres. Bajo el nombre de Ishtar, ella era la "Reina de todos los lugares habitados, que mantiene a la gente en orden", según un himno mesopotámico [18]. Ashera e Ishtar también fueron identificadas con la Isis egipcia, la hermana-cónyuge de Osiris, la diosa "myrionyme" (la de los "diez mil nombres"), que se llama a sí misma "Reina del Cielo" en la novela de Apuleyo"El Asno de Oro" [s. II d.C.], y declara: "Mi nombre, mi divinidad es adorada a través de todo el mundo en diversas maneras, en diferentes costumbres y con muchos nombres" [19]. Más que Baal, la Reina del Cielo (un título que sería heredado más tarde por la madre de Cristo) era una deidad realmente universal, sin ningún "pueblo elegido", y es quizás la razón más profunda del odio de Yahvé hacia ella.

[18] Gérard Chaliand, Les Voix du Sacré, 1992, p. 32.
[19] Françoise Dunand, Isis, Mère des Dieux, 2008, p. 232.

     En el capítulo 44 del libro de Jeremías, Yahvé declaró a los judeanos que había huído a Egipto, que la destrucción de Jerusalén era su castigo por sus "malos hechos (...) cometidos para provocar mi cólera, por ir y ofrecer incienso y servir a otros dioses"(44:2-3). Yahvé, dijo su portavoz Jeremías, no podía soportar el olor del incienso ofrecido a otros dioses (lo que a él le gustaba era el "olor agradable"de ofrendas de animales carbonizados llamados holocaustos, como sabemos por el libro del Génesis 8:21). Yahvé amenazó a los exiliados judeanos en Egipto con el exterminio completo si ellos persistían.

     No impresionados, ellos respondieron a Jeremías: "No tenemos ninguna intención de escuchar la palabra que acabas de decirnos en nombre de Yahvé, sino que tenemos la intención de continuar haciendo todo lo que hemos jurado hacer: ofrecer incienso a la Reina del Cielo y verter libaciones en su honor, como solíamos hacer, nosotros y nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros hombres principales, en las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén: teníamos alimentos en abundancia entonces, vivíamos bien, no sufrimos ningún desastre. Pero desde que dejamos de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de derramar libaciones en su honor, hemos sido indigentes y hemos perecido por la espada o por el hambre" (44:16-18).

     ¿Por qué no prestar un oído amistoso a la interpretación alternativa de los judeanos acerca de la caída de Jerusalén?: no fue porque ellos adoraron a otros dioses aparte de Yahvé que comenzó su grave situación, sino por el contrario: porque, desde la reforma de Josías, ellos dejaron de adorar a la Reina del Cielo. ¿Por qué razón, además del hábito ancestral, deberíamos creer a Jeremías y a sus escribas deuteronómicos?

     De hecho, sabemos que ellos estaban equivocados. Manasés, el abuelo de Josías, es aborrecido por haber hecho "lo que disgusta a Yahvé, copiando las repugnantes prácticas de las naciones a las cuales Yahvé había desposeído para los israelitas. Él reconstruyó los lugares altos que su padre Ezequías había destruído, estableció altares a Baal e hizo un poste sagrado [una Ashera], como Acab el rey de Israel había hecho; él adoró al ejército entero del cielo y lo sirvió. (...) Él construyó altares a todos los astros del cielo en los dos patios del templo de Yahvé" (2 Reyes21:2-5).

     Pero los historiadores nos dicen hoy que el reinado de 55 años de Manasés, cuando la Reina del Cielo fue adorada dentro del templo de Jerusalén, fue un tiempo de paz y prosperidad.

     Fue Josías, el nieto de Manasés, quien llevó el desastre a Judea, quitando del templo "todos los objetos de culto que habían sido hechos para Baal, Ashera y el ejército entero del cielo. (...) Él exterminó a los falsos sacerdotes que los reyes de Judá habían designado y que ofrecían sacrificios en los lugares altos, en las ciudades de Judá y alrededor de Jerusalén, y también a aquellos que ofrecían sacrificios a Baal, al Sol, la Luna, las constelaciones y al ejército entero del cielo" (2 Reyes 23:4-5). En Samaria, de la cual él recobró el control parcial, Josías ordenó que el santuario de Bethel fuera destruído, y "A todos los sacerdotes de los lugares altos que estaban allí él asesinó en los altares, y en aquellos altares quemó huesos humanos" (2 Reyes 23:20). Fue el reinado de Josías el que iba a provocar la cólera de Babilonia y la destrucción última de Jerusalén.


La Cuestión Judía es la Cuestión Bíblica

     De acuerdo al paradigma bíblico, el Creador del Universo se convirtió en el dios de Israel cuando él eligió a los hebreos, pero según la investigación bíblica, el proceso histórico fue el inverso: es el dios de Israel el que se convirtió en el Creador del Universo. Ese proceso, que sólo fue completado durante el período persa, no se debió tanto a un progreso en el pensamiento metafísico como a una astucia política. El libro de Esdrás revela un esfuerzo deliberado de los levitas para confundir, en la mente de los persas, al "dios de Israel que reside en Jerusalén"(7:12-15) con el "dios del cielo" a quien los persas también llamaban Ahura Mazda, con el objetivo de obtener el apoyo del rey persa para su proyecto teocrático en Palestina.

     En el libro de Esdrás, sólo los reyes de Persia, en los diversos edictos atribuídos a ellos, reconocen a Yahvé como "el dios del Cielo", mientras que en el resto del texto, Yahvé es simplemente "el dios de Israel". Lo mismo puede observarse en el libro de Daniel, cuando Nabucodonosor, impresionado por la aptitud del oráculo de Daniel, se postra y exclama: "Tu dios es en efecto dios de dioses, el señor de los reyes" (Daniel 2:47). Tales pasajes revelan, para aquellos dispuestos a verlo, el secreto más profundo del judaísmo, que es la clave para entender la relación del judaísmo con el universalismo: Yahvé es realmente el dios de los judíos, mientras los Gentiles son llevados a creer que él es el supremo y único Dios. "En el corazón de cualquier judío piadoso, Dios es un judío", confirma Maurice Samuel en You Gentiles (1924) [20].

[20] Maurice Samuel, You Gentiles, 1924 (archive.org), pp. 74–75.

     Ese secreto no es un pensamiento totalmente consciente para la mayor parte de los judíos; es más bien un secreto de familia que actúa inconscientemente a través de las generaciones. Sin embargo, es la fuerza cohesiva del pueblo judío, y me recuerda el comentario de Carl Jung de que los secretos "son de vital importancia en el nivel primitivo, ya que el secreto compartido sirve como un aglutinante que une a la tribu. Los secretos en el nivel tribal constituyen una útil compensación por la falta de cohesión en la personalidad individual"[21].

[21] Carl Jung, Memories, Dreams, Reflexions, 1963, p. 342.

     Cuando Yahvé usurpó la majestad del Padre Celestial de toda la Humanidad, él de ninguna manera perdió su carácter como un dios militar inclinado a saquear y asesinar a los enemigos de su único pueblo elegido. Contra los babilónicos, se espera que su espada "devore hasta quedar harta y ebria con la sangre de ellos" (Jeremías 46:10). Contra los edomitas, su espada está "mantecosa con la grasa" (Isaías 34:6).

     Si Yahvé hubiera permanecido como un dios tribal del desierto, él sería simplemente reconocido como particularmente primitivo y cruel, quizá como un demonio escapado del infierno, o de un volcán árabe. Pero su exitosa reclamación para ser honrado como el verdadero y único dios es la más grande impostura en la historia humana, y un desastre civilizacional de magnitud incomparable.

     Él es, a fin de cuentas, responsable de la difusión del ateísmo en Occidente. Mientras los cristianos fueron disuadidos de leer el Antiguo Testamento, ellos no fueron muy inquietados por tal libro. Tan pronto como se hizo ampliamente disponible, comenzó a corroer el cristianismo. Filósofos como Voltaire tuvieron un trabajo fácil denigrando al cristianismo haciendo uso de citas del Antiguo Testamento: "Nunca el sentido común fue atacado con tanta indecencia y furia" (Sermón de los Cincuenta). Mejor sin dios que con tal dios, llegó a ser el pensamiento lógico y moralmente decente.

     "El mejor truco del diablo", escribió Charles Baudelaire, "es persuadirlo a usted de que él no existe" (Paris Spleen). Quizá Baudelaire se equivocó. Su mejor truco, creo, es convencer al mundo de que él es Dios.–






Viewing all articles
Browse latest Browse all 1028

Trending Articles



<script src="https://jsc.adskeeper.com/r/s/rssing.com.1596347.js" async> </script>