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Sobre Rolf Peter Sieferle y "Finis Germania"

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     Publicamos en castellano en esta entrada un material que apareció en Mayo del año pasado en el sitio counter-currents.comque se refiere al escritor académico alemán Rolf Peter Sieferle. El primer texto es la presentación introductoria de F. Roger Devlin del autor y de su libro póstumo de 2017 "Finis Germania", que dio origen a una hipócrita polémica en Alemania. Y luego van tres lúcidos fragmentos de dicho libro, publicados y traducidos desde el alemán en tres fechas distintas por el mismo señor Devlin, que son consideraciones y reflexiones de Sieferle acerca de la Alemania contemporánea en relación a temas considerados conflictivos.


ROLF PETER SIEFERLE
El Hombre y el Escándalo
por F. Roger Devlin
8 de Mayo de 2018




     Rolf Peter Sieferle (1949-2016) fue un académico historiador alemán cuyo libro póstumamente publicado "Finis Germania" provocó un pánico moral en 2017.

     Miembro de la generación del '68, él fue un radical en su juventud, y escribió su tesis doctoral acerca del concepto marxiano de la revolución. Él se convirtió en un pionero en el campo de la historia medioambiental, mejor conocido durante su vida como el autor de "The Subterranean Forest" (1982). Ese libro examina la Revolución Industrial desde el punto de vista de los recursos energéticos, por lo cual aparece como un cambio desde la agricultura impulsada por el Sol complementada con leña a un basarse cada vez más intensamente en el carbón. La Revolución Industrial ocurrió en Gran Bretaña en parte porque la madera se estaba haciendo escasa o cara de transportar, mientras que el carbón era abundante. Aunque el carbón sea también abundante en Alemania, la revolución industrial allí llegó mucho más tarde porque también poseía grandes bosques cerca de importantes rutas fluviales que permitían un transporte barato. "The Subterranean Forest" es reconocida ahora como una obra estándar en su campo y fue publicada en traducción inglesa en 2001.

     Sieferle escribió o co-escribió una docena de otros libros durante su vida, y fue considerado como un miembro completamente respetable del establecimiento académico alemán. Pero él se movió silenciosamente hacia la Derecha cuando iba envejeciendo. En 1995, por ejemplo, él publicó un libro de esbozos biográficos de figuras de la Revolución Conservadora de Alemania, incluyendo a Oswald Spengler, Ernst Jünger y Werner Sombart. Ese libro y otros publicados durante sus últimos años atrajeron algunas quejas de revisores izquierdistas, pero Sieferle siguió siendo lo bastante respetable como para actuar como un consejero del gobierno de Merkel en cuanto al tema del cambio climático.

     Él se retiró de la vida académica en 2012. Después de la invasión de "refugiados" de 2015, él rápidamente produjo una polémica política para la cual no pudo encontrar un editor. En Septiembre de 2016 Sieferle murió por su propia mano. Es incierto hasta qué punto su decisión fue motivada por su mala salud o por su angustia por la crisis migratoria.

     En Febrero de 2017 su polémica fue finalmente publicada como "The Migration Problem: On the Impossibility of Combining Mass Immigration with the Welfare State". Dicho libro se vendió bien, pero el efecto que produjo ha caído ante otro pequeño trabajo descubierto en el computador de Sieferle después de su muerte:"Finis Germania". Este título ha sido generalmente entendido como latín no gramatical para "el final de Alemania", lo cual debería decirse Finis Germaniae. Pero Sieferle era un latinista competente, y un viejo amigo sugiere que Germaniadebiera ser interpretado como un vocativo, lo cual traducido significaría "¡El Final, Alemania!".

     Dicho libro fue lanzado al mercado por la editorial disidente Antaios, un hecho en sí mismo considerado escandaloso para un antiguo miembro del establishment académico. Antaios es el editor "derechista" más conocido en la Alemania de hoy, responsable de sacar ediciones alemanas de autores tan desagradables como Jack Donovan y el escritor del que hablamos.

     Pero el país fue arrojado a un pánico moral cuando "Finis Germania"inesperadamente apareció en una prominente lista mensual de diez recomendados títulos de no-ficción. La manera en que tales listas son compiladas es como sigue: a veinticinco editores se le asignan veinticinco puntos a cada uno que ellos pueden conceder a cualquier nuevo título que ellos elijan. La votación es anónima, y la lista final es compilada a partir del número total de puntos que cada libro recibe. En Junio de 2017 "Finis Germania" se ubicó en el número nueve. Las denuncias llovieron, con el pequeño libro de 93 páginas caracterizado como "radicalmente derechista", "anti-democrático", "reaccionario", "anti-semítico", y como una "descarada obscenidad". Se debatió incluso si Sieferle podría haber sido en secreto un "negador" del "Holocausto".

     Uno de los editores dimitió en protesta, y las listas mensuales fueron suspendidas hasta que las reglas pudieran ser vueltas a escribir para hacer imposibles acontecimientos similares en el futuro. La inesperada irrupción del libro ocurrió como resultado de un solo editor que le concedió un gran número de puntos durante un período de tres meses, lo que no era contra las reglas pero era inusual. La persecución era para encontrar a la parte culpable.

     Él pronto se hizo conocido en una carta de renuncia como Johannes Saltzwedel, un editor de mucho tiempo del semanario Der Spiegel y autor de muchas obras populares sobre historia y literatura alemanas. Él defendió su acción como "un voto contra un Zeitgeist que estaba abandonando la cultura alemana y europea a favor de la propagación de un nebuloso cosmopolitismo". Hay muchos de tales conservadores culturales que silenciosamente cultivan su amor por el pasado de Alemania a la vez que se abstienen de remover un avispero al evitar violar públicamente cualquiera de los numerosos tabúes de la Izquierda; tales hombres son conocidos como "submarinos", y Saltzwedel claramente había calificado para su hundimiento.

     "Finis Germania" se convirtió en un succès de scandale, elevándose rápidamente hasta la cima de las listas de libros más vendidos. En Julio estaba todavía en el número seis en la lista popular de Der Spiegel de éxitos de librería de no-ficción antes de desaparecer totalmente de manera misteriosa: sin ninguna explicación, ¡simplemente apareció un hueco entre el número cinco y el número siete! Pero el libro no había sufrido ninguna caída correspondiente en sus ventas.

     Después de ser bombardeada con preguntas, la revista explicó que ellos sintieron que era una responsabilidad especial remover un libro que no había entrado en la lista sin la recomendación de su propio editor, el señor Saltzwedel. Preguntada por qué ellos no habían declarado abiertamente lo que estaban haciendo entonces, la revista no ofreció ninguna explicación adicional. El asunto se convirtió en un escándalo dentro del escándalo, con muchos de los críticos más duros de Sieferle condenando también a Der Spiegel por sus acciones.

     Ya que este sitio web presupone que sus lectores son adultos aptos, los dejaremos decidir sobre Finis Germania publicando traducciones de pasajes seleccionados de dicho trabajo, incluídos aquellos que causaron la mayor consternación.


* * * *

EL NAZI ETERNO


     Hay todavía mitos y hay todavía tabúes. La desnudez y las prácticas sexuales de toda clase ya no están entre ellos, ni tampoco la ya pasada de moda blasfemia. Se puede injuriar a placer al Dioscristiano, por ejemplo, sin la consecuencia más leve. Un tabú, sin embargo, permanece inamovible: el "anti-semitismo". La crítica contra los estadounidenses, los rusos, los ricos, la industria, los sindicatos, los intelectuales, los varones, los políticos, e incluso los alemanes, es barata y puede ser formulada tan bruscamente como uno guste. La crítica a los judíos, sin embargo, debe ser cuidadosamente embalada para asegurarse de que ningún anti-semitismo esté implicado. Los motivos de esto son obvios.

     El Nacionalsocialismo, y más específicamente Auschwitz, se ha convertido en el mito final de un mundo completamente racionalizado. Un mito es una verdad que está más allá de la discusión. Él no tiene que justificarse; por el contrario, cualquier asomo de duda en la forma de relativizarlo equivale a una seria violación del tabú que lo protege. ¿No ha sido el decir que lo de Auschwitz es una mentira amenazado con el castigo como una especie de blasfemia? Detrás de todo el énfasis en su "incomparabilidad"¿no encontramos el viejo temor que siente alguna verdad revelada de que puede perderse en el instante en que se somete al trabajo iluminador de la comparación y la justificación históricas? "Auschwitz" se ha convertido en la encarnación de una culpa singular e indeleble.

     Pero ¿qué se quiere decir con "culpa"? Literalmente, tiene que ver con causalidad, pero también con una contaminación, un ensuciamiento de lo que es correcto que puede ser eliminado o al menos mejorado por medio de rituales limpiadores. El criminal ha contaminado a la comunidad legal; el castigo, por lo tanto, sirve para limpiarla. En el caso especialmente de la gran contaminación, sólo la eliminación completa del criminal lo hará. Él es devuelto a los elementos: al fuego que lo quema, al agua que lo ahoga, al aire en el cual él es ahorcado y a la tierra con la cual él es finalmente cubierto. Es inquietante tan sólo vivir en el mismo mundo donde vive el criminal. Él debe, por lo tanto, desaparecer, de modo que la Humanidad sea liberada de la vista de su depravación. Su existencia misma es insoportable. De allí el celo fanático con el cual, cincuenta años después de ocurridas las atrocidades, son buscados y descubiertos ancianos que participaron en ellas.

     Junto con la culpa individual del criminal, está la culpa colectiva de su tribu o la comunidad de la que él era una parte. Esa culpa colectiva no puede tener ni un significado criminológico concreto ni ninguna significación para el mantenimiento del honor. Esto no se refiere ni a la atribución del hecho ni al perpetrador, y por esta razón no puede ser anulada por la eliminación de éste; de hecho, no deberíaser anulada. Más bien, estamos tratando con una culpa de dimensiones metafísicas, comprensibles sólo a la luz de la más antigua concepción del pecado original. La culpa de Adán, este hombre trascendental, corrompió a la raza humana entera que desciende de él; al mismo tiempo, dicha culpa fue redimida por la gracia de Dios cuya orden Adán había transgredido. El hombre no cayó en el abismo sin fondo de la depravación; en vez de eso, en la misma grandeza de su culpa fue demostrada la grandeza de la gracia que lo preservó. La culpa, el arrepentimiento, la gracia y el amor están, por lo tanto, inextricablemente ligados; ellos forman un equilibrio indestructible dentro de la economía divina de la salvación.

     De la culpa colectiva de los alemanes, que se deriva de Auschwitz, también se sigue una exhortación al arrepentimiento permanente, pero en esta forma secularizada del pecado original los elementos de la gracia y el amor están completamente ausentes. El alemán no se parece al hombre cuya culpa es (si no deshecha, al menos) compensada por el amor de Dios, sino más bien al Diablo, el ángel caído, cuya culpa nunca es perdonada y que permanecerá en la oscuridad para siempre. Incluso el Diablo, sin embargo, tiene una función dentro de la economía divina: él forma el trasfondo negativo contra el cual se destaca la cualidad positiva de Dios. En su negatividad están concentrados todos los defectos de la creación de tal modo que Diosmismo es descargado de las penosas preguntas acerca de la justificación del mal en este mundo.

     El alemán, o al menos el "nazi", es el Diablo secularizado del ilustrado presente. Este mundo autónomo y adulto lo necesita como el trasfondo negativo contra el cual puede justificarse a sí mismo. En este respecto, hay una notable afinidad entre el alemán y el judío, de acuerdo a cómo este último fue visto en el pasado cristiano. El segundo gran crimen de la Humanidad después de la caída de Adán fue la crucifixión de Cristo. La verdad es que ese ultraje fue anulado al instante por la resurrección y la salvación, pero tal salvación tenía al menos un requerimiento mínimo: la fe. Los judíos fueron aquellos que no sólo cometieron ese monstruoso (aunque necesario) crimen sino que ellos también rechazaron creer que Jesús era el Cristo, rechazando así la oferta de salvación. Esa criminal obstinación de los judíos fue una ofensa enorme para la cristiandad; la misma gente entre quienes el Hijo de Dioshabía aparecido rechazó aceptar el acontecimiento salvífico asociado con él. Además, ya que la conversión de los judíos constituía una presuposición para la venida del Reino de Dios en un sentido escatológico, los judíos estuvieron por lo opuesto de la salvación, y de esa manera se convirtieron en la encarnación del mal en el mundo.

     El obstinado rechazo de los judíos para aceptar la verdad revelada del cristianismo sirvió como un recordatorio de que la Humanidad no estaba todavía lista a abandonar su pecaminosidad. A pesar de que tan furiosa y completamente todos los paganos y los herejes fueron descubiertos y exterminados, nunca hubo ningún pensamiento (a pesar de la ocasional persecución) de destruír a la judería como tal. Ellos eran una espina dolorosa pero tolerada en la carne de la cristiandad. Ya que los judíos no podían tomar parte en la gloria cristiana, ellos hicieron sus nidos entre las grietas de la sociedad como prestamistas y comerciantes. Aquí otra vez vemos una afinidad con los alemanes, que pasaron de ser héroes a ser comerciantes, despreciados por todo el mundo y conscientes de su propia ventaja.

     El mundo obviamente necesita a judíos o alemanes a fin de estar seguro de sus propias cualidades morales. No obstante, en un respecto hay una poderosa diferencia: los judíos no compartieron la valoración con la que ellos se encontraron de parte de la cristiandad, mientras que los alemanes son los primeros en reconocer su culpa indestructible, aunque sólo de tal modo que el que habla de culpa o responsabilidad alemana por lo general se exime a sí mismo, ya que la culpa siempre es reconocida en cuanto al impenitente, es decir, a otros. La culpa de Adán fue anulada dentro de los términos de la historia de la salvación por la muerte sacrificial de Cristo. La culpa de los judíos en la crucifixión del Mesías no fue reconocida por ellos. Los alemanes, que reconocen su propia irredenta culpa, deben, por el contrario, desaparecer del escenario de la Historia actual, deben convertirse en un mito eterno, a fin de expiar su culpa. El "nazi" eterno decorará durante mucho tiempo la rutinaria mitología de un mundo post-religioso como el fantasma de su crimen. Pero la Tierra sólo será purificada de esa desgracia cuando los alemanes desaparezcan completamente, es decir, cuando se conviertan en la abstracta "Humanidad". Pero quizás entonces el mundo tendrá necesidad de otros judíos.



LA NUEVA RELIGIÓN OFICIAL


     A intervalos regulares, el espectador habitual de televisión puede mirar una presentación que es aproximadamente como sigue: el Presidente Federal entrega un sermón de tipo histórico ante los parlamentarios reunidos en el cual evoca los espíritus de los muertos vivos [undead] y anuncia una verdad que cada uno conoce y en la que todos creen. Sus palabras sedosas y pulidas producen el estado de ánimo deseado de "afectación" colectiva. Uno al instante reconoce que la verdad de un mito está siendo proclamada. La ritualizada proclamación no presenta ningún texto nuevo u original (su contenido informativo específico debe —so pena de la consternación general— aproximarse a cero) sino que más bien una comunidad de fieles está siendo congregada en la devoción. El contenido de la historia que se cuenta es siempre nuevo y de acuerdo a un criterio; no puede y no debe ser olvidado nunca, pero en cambio siempre debe ser dicho repetidas veces. La interminable repetición litúrgica de una historia que es siempre la misma evoca su permanente oportunidad. El primer mandamiento declara: ¡No tendréis ningún otro holocausto ante mí! El ritual de superar el pasado tiene los rasgos de una verdadera religión oficial.

     El dogma es simple y claro: Nuestros antepasados, los "nazis", atrajeron sobre sí mismos la culpa más pesada y más singular en el mundo, y así se excluyeron tanto ellos como a sus descendientes del paraíso de la normalidad histórica. Su inexpresable crimen, pero de buena gana vuelto a contar, equivalió a una rebelión contra la orden de progreso y humanitarismo: ellos fueron una caída de vuelta a la barbarie o, aún peor, algo históricamente sin parangón, de la misma calidad que la caída de Adán. Ese pecado original es propagado ahora de generación en generación; se ha hecho hereditario y no puede y no deber ser olvidado o reprimido. Así, la nación de los "nazis"ha llegado a ser un pueblo negativamente elegido. La enormidad de la culpa de sus antepasados los ha sacado para siempre del camino normal de la Historia. En esa culpabilidad, dicho pueblo es único entre las naciones, ya que sus crímenes fueron de magnitud única.

     Este rechazado pueblo aún vive bajo el viejo pacto con la Historia; ningún Mesías ha surgido que pudiera conceder la salvación de su culpa imperdonable. El drama por lo tanto sigue siendo de una severidad del Antiguo Testamento. Adán-Hitler no es sustituído por ningún Jesús; cualquier tal Jesús sería rápidamente crucificado, en cualquier caso. Entonces la culpa permanece total, no compensada por ninguna gracia.

     Este pueblo, cargado con una culpa que nunca puede arrojar, que "no puede eliminar su pasado", ahora cae (como debía ser esperado) en las manos de sacerdotes. La tarea de éstos es exhortar, recordar, mantener el mito despierto. Del dogma se deriva una tarea, una misión: la total proselitización ética y la santificación del mundo, lo cual, en realidad, no anula la culpa, pero puede traer algún alivio. Por medio de una combinación de rechinamiento de dientes y bondad de corazón, un nuevo tipo humano, despolitizado, puede ser forjado.

     Esta nueva religión oficial gobierna casi sin disputa. Sus seguidores y misioneros se encuentran en todos los campos políticos y sociales, desde la centro-Derecha hasta la centro-Izquierda totalmente hasta el terrorismo anti-fascista. Esa ubicuidad es un signo de su enorme vitalidad. Pero incluso ahí, se dice que hay pensadores libres encubiertos: aquéllos son los negadores, los supresores, los relativizadores, aquellos quienes (en una continuación profana de un proceso una vez conocido como "Ilustración") se alejan gradualmente del mito. Pero ¿realmente existen ellos, o los herejes no son acaso al final una mera invención de la ortodoxia?


¡A Vestirse de Arpillera y Cenizas!

     Un día en el mes de Noviembre, intentado y probado para toda clase de actos de penitencia [1], la herejía levantó su cabeza hasta alturas insospechadas. Un Presidente Federal real y vivo [Philipp Jenninger] fue desenmascarado como un librepensador y fue obligado a dimitir de su cargo, porque él había confundido dos clases de textos: en vez de un sermón, él había entregado una conferencia académica [2]. Aquello fue como si un ministro religioso hubiera dado a una congregación de luto en vez de un sermón funeral un crítico perfil psicológico del difunto. Aquello no hizo justicia a la seriedad de la ocasión ni tampoco cumplió sus deberes. En memoria de ese error, el Día de Penitencia y Oración realmente debería ser abolido y reemplazado como un feriado el 9 de Noviembre [3].

[1] Día de Penitencia y Oración, un día feriado Protestante alemán celebrado el penúltimo miércoles antes del comienzo del período de Adviento, es decir, entre el 16 y el 22 de Noviembre.
[2] Discurso de Philipp Jenninger ante el Bundestag [Parlamento Federal] alemán el 10 de Noviembre de 1988, en el cual él intentó explicar por qué los alemanes se habían entusiasmado tanto con el Nacionalsocialismo en los años '30. En la controversia posterior él fue acusado de haber presentado justificaciones para —si es que no de haber expresado entusiasmo por— el Nacionalsocialismo.
[3] La "Noche de los Cristales Rotos"en 1938, generalmente considerada como que marcó una aceleración de la persecución nacionalsocialista de los judíos.

     Quizás debería ser designado un día nacional de luto; eso honraría la notable confusión de ideas y pondría al "luto", por lo general entendido como el sentimiento de dolor por la separación, en el lugar de la "penitencia", el "remordimiento" y el "rechinar de dientes" como una consecuencia de la "culpa". Eso no significa que la nación culpable debería lamentar la pérdida de sus judíos —que es puesta aparte para sus propias familias y los otros miembros de su nación— sino más bien que su destrucción debe ser "lamentada". Sin embargo, el concepto de "luto"—a menudo reducido a la cursilería bajo el nombre de "trabajar el luto"— se ha extendido ampliamente, probablemente por pura irreflexión y porque a la gente le gusta repetir el nombre de un libro que ellos nunca han leído [4]. La introducción de un Día de Luto oficial el 9 de Noviembre tendría, sin embargo, interesantes implicaciones, ya que toda una variedad de ocasiones para el luto podría ser encontrada durante ese día: los nacionalistas podrían lamentar la pérdida de la Primera Guerra Mundial, la incorregible Derecha el fracaso del Golpe de Estado de la Cervecería realizado por Hitler, y la incorregible Izquierda la caída de la RDA (DDR, Alemania Comunista) [5].

[4] "Der Prozeß des Trauerns"(El Proceso del Luto, 1973) de Yorick Spiegel, un teólogo Protestante alemán, que introdujo la palabra Trauerarbeit(trabajo del luto).
[5] Nueve de Noviembre de los años 1918, 1923 y 1989 respectivamente.

     En cualquier caso, el Asunto Jenninger arroja una asombrosa luz sobre el ritual político en los últimos años de la vieja República Federal (RFA). Consideremos una vez más el elenco de esa comedia: el político balbuciente que leyó en voz alta a un auditorio preparado para las habituales expresiones de consternación sin contenido un texto de inadecuada complejidad, y por lo tanto condujo (de manera intencional o involuntaria) al malentendido; el auditorio que, por falta de educación o cálculo demagógico, lo malentendió; y los comentaristas domésticos y extranjeros que afirmaron percibir algo "peligroso" o "no superado" en el texto, a raíz de lo cual la muy experta maquinaria entera de sospecha, acusación, denuncia, transigencia e hipocresía fue puesta en movimiento. Se fabricó una presión para la conformidad que alcanza las ramificaciones más remotas de la conciencia pública que hace de cualquier desviación un negocio arriesgado. Una vez más dicha presión fue grabada sobre todos los escépticos y burlones para que no olviden la sumisión exigida por el ritual de la religión nacional, como la Filosofía siempre ha recomendado.

     El empedernido teórico de la conspiración inmediatamente pregunta sobre aquellos que mueven los hilos en cuanto a tales campañas, o al menos a quién beneficia. Él instantáneamente suprime cualquier pensamiento de intereses judíos-israelíes. Pero ¿no hay directores de la conciencia en la propia Alemania? Por ejemplo, ¿los comunistas? Una vez que la anticuada posición "Antifa"perdió a su verdadero oponente, ¿no tuvieron que ser inventados nuevos opositores a fin de que dicha postura permaneciera moralmente en lo correcto? ¿O todo ese fraude simplemente expresa la desaparición de verdaderas oportunidades de moralizar, por haber crecido el sistema y hacerse cada vez más difícil conseguir el control? En ese caso, todo eso sólo sería una acción totalizadora de retaguardia, un último simulacro de la política antes de que los que mueven los hilos noten que ellos mismos apenas sostienen algo en sus hilos, para no mencionar que ya nada significativo cuelga de ellos.

     Pero ¿quién es hoy todavía un teórico de la conspiración? Nuestro ilustrado contemporáneo ya no cree en ninguna lucha maquiavélica por la hegemonía cultural; en vez de eso, él está convencido del funcionamiento completamente objetivo de todos los procesos de toma de decisiones. Las diversas olas de indignación históricamente orientadas aparecen entonces como meras expresiones de una fundamental inocuidad espiritual que florecieron dentro del espacio protector de Alemania. Ésa es la quejumbrosa inocuidad de la guardería infantil, donde, supervisado y cuidado por amables y poderosos padres, uno puede hacer toda clase de reclamos y demandas contra el mundo. Así, la omni-abarcante moralización puede ser interpretada como el resultado de una carencia de aguante político. Es menos un asunto de maquiavelismo cultural que de infantilismo moral.

     Incluso aunque Alemania haya desaparecido hoy como una cantidad histórica y se haya convertido en un mero concepto de geografía económica, su terrible nombre permanecerá en la memoria de las naciones completamente independiente de lo que sucede en este país. Ya que el "Holocausto"no le sucedió a ningún antiguo pueblo profano sino a un pueblo elegido, la nación culpable fue también removida de la historia profana y elevada al status de imperecedera. La cristiandad construyó catedrales a su asesinado dios en cada ciudad, y ellas todavía provocan la admiración de los turistas que las contemplan hoy, mucho después de que aquella fe se ha hecho ininteligible. Los judíos, cuyo propio dios les aseguró la inmortalidad, ahora construyen por todo el mundo monumentos conmemorativos a sus compañeros asesinados, por medio de lo cual no sólo la superioridad moral es asignada a las víctimas sino que también es atribuída la depravación eterna a los culpables y a sus símbolos. Después de que la verdadera Alemania pereció, ella permanece duraderamente presente como un mito. Pero los fellahin [labriegos, en árabe] que viven sus vidas en las ruinas de sus ciudades fueron así transportados al reino de lo trans-histórico, que forma la base de su éxito práctico. Ése es el pago por la insensibilidad derivada de una permanente confrontación con el mito: la gente que vive en Alemania se ha acostumbrado tanto a tratar con el anti-germanismo como los judíos tuvieron que acostumbrarse a tratar con el anti-semitismo.



APRENDIENDO DE AUSCHWITZ


     ¿En qué realmente consiste la enseñanza de Auschwitz: en que el hombre, cuando él encuentra la oportunidad, es capaz de lo peor? Si alguien necesita Auschwitz para aprender eso, que lo aprenda de Auschwitz. ¿O consiste en que en la modernidad tecnológica la tecnología moderna puede ser usada para el asesinato de masas? Si eso sorprende a alguien, que lo aprenda de Auschwitz. ¿O es el número completo de víctimas, los siniestros seis millones? En otras palabras, ¿algo para el Libro Guinness de Récords Mundiales? Pero tenga cuidado: ¡los récords están hechos para ser superados!

     ¿O es lo realmente instructivo acerca de Auschwitz el obvio colapso de la fe en el progreso, es decir, la percepción de que tal cosa podría "todavía suceder en el siglo XX"? La desilusión final es irrevocable después de la Primera Guerra Mundial y el Gulag. El "proyecto de la modernidad"¿ha sido roto de una vez para siempre? Lo que siempre ha sucedido sucederá otra vez. No hay ningún desarrollo irreversible en el ámbito de la moralidad, sólo un eterno arriba y abajo. El único verdadero legado de la Ilustración es la tecnología, y ésta está en el proceso de liberarse de su base natural. La historia del proyecto de los siglos XVIII y XIX es así la de un fracaso total que se hizo manifiesto en el siglo XX: moralmente, entre la Gran Guerra [1ªGM] y Auschwitz, y tecnológica y ecológicamente, en la crisis medioambiental de fines del siglo XX.

     Una variante particular puede ser simplemente que para "Auschwitz" (en contraste con la crisis medioambiental) puede ser identificado un "culpable" que no es equivalente a la Humanidad como tal: el alemán. Su identificación así ayuda a la genuina superación de esa monstruosa experiencia. Uno sólo necesita ser un buen anti-fascista después del hecho, y la mitad del siglo XX es moralmente descartada.


Acerca de la Lógica del Anti-Fascismo

     Cada interpretación de la Historia es el trabajo de un momento presente, que sigue objetivos ideológicos determinados por él, que busca el sentido, o que quiere determinar relaciones concretas entre amigos y enemigos. En el caso del complejo de Auschwitz, tan popular hoy, se trata obviamente de una tentativa de establecer, dentro de un mundo completamente relativizado, un absoluto negativo del cual puedan derivarse nuevas certezas. "Auschwitz" forma un mito en tanto que es una verdad que debe ser retirada de la discusión. Ese mito, sin embargo, tiene un carácter esencialmente negativo, ya que algo debe ser establecido como una singularidad que no debería ser. Por esa razón, el movimiento político sostenido por ese complejo tiene un nombre negativo: Anti-fascismo.

     En un tiempo, el anti-fascismo era un mero programa mínimo, una etiqueta, bajo la cual una amplia variedad de tendencias políticas podía ser agrupada: revolucionarios y reaccionarios, estalinistas y trotskistas, pacifistas e imperialistas, plutócratas y socialistas, sionistas y anti-colonialistas, demócratas y monárquicos, cristianos y ateos, liberales y totalitarios; todos podían agruparse bajo una bandera común que era necesariamente muy indeterminada, aparte de la definición de su oponente "fascista". Para los anti-fascistas más consecuentes, los comunistas, el anti-fascismo era simplemente un embaucamiento, un engaño que les permitía enganchar a tontos útiles a su carro. Pero aquello sólo fue posible porque aparte del anti-fascismo ellos creían en verdades esencialmente más fuertes y más precisas, como habían sido enseñadas por el "socialismo científico".

     Esas verdades han desaparecido hoy. De las muchas ideologías que gobernaron y movilizaron al siglo XX, sólo permanece la bandera del anti-fascismo, a la que muy fuertemente la gente se aferra e intenta convertirla en una especie de religión oficial. Al mismo tiempo, el anti-fascismo parece estar adquiriendo un nuevo significado programático con una estructura específica y paradójica.

     "Auschwitz" o "los nazis" significan dentro de esta figura ideológica la negación total del "Hombre", una negación que una vez se hizo históricamente real. Con Hitler y sus amigos, el diablo secularizado y el personal del infierno aparecieron en persona en la Tierra. Ese diablo realizó un hecho singular, el exterminio masivo de los judíos, a lo cual se adjuntó el significado siguiente: aquello equivalía nada menos que a la negación práctica del universalismo humanitario. Hitler, sin embargo, no había destruído al "Hombre" como tal sino a lo opuesto de esa generalidad, a los judíos, es decir, una particularidad. Ese mismo intento de destruír una particularidad (nacional y racial) en nombre de otra particularidad (nacional y racial) es, sin embargo, la negación más extrema del universalismo humanitario, es decir, la idea de Humanidad y sus derechos inalienables. Con el fascismo, por lo tanto, apareció el anti-humano, de modo que el anti-fascismo podía llegar a convertirse en una religión del Hombre, encontrando su símbolo en esa misma negación del Hombre.

     Esto explica el celo con el cual cada "historización", "relativización" y "comparabilidad" de Auschwitz deben ser combatidas. Quienquiera que relativiza a "Auschwitz" relativiza la inhumanidad absoluta, y así la integridad del Hombre. El único absoluto que la sociedad moderna, corroída con toda clase de relativismo y perspectivismo, todavía podría poseer, sería relativizado. El establecimiento del mito de Auschwitz puede ser así entendido como una tentativa de devolver la certeza a un mundo escéptico. Es verdad que esas certezas son ahora simplemente históricas, es decir, fácticas, no de alguna naturaleza racional o espiritual. Ellas consisten en lo que los tribunales caracterizan como "hechos obvios", es decir, como verdades que ya no necesitan prueba. Éste es un vuelco sensacional en la historia intelectual europea: ¡trescientos años de epistemología están siendo desmentidos por una revelación histórica!

     ¿Pero qué se sigue de esto? La nueva religión que ahora está surgiendo de la Humanidad (nunca racionalmente establecida en todo el tiempo desde la Ilustración) puede basarse sobre un firme fundamento de un hecho histórico y deducir consecuencias políticas directas de ello. Una importante demanda programática apunta a la "sociedad multicultural". Pero ese concepto es en sí mismo ambivalente. Es fácil mostrar que puede ser entendido en el sentido de las versiones mutuamente excluyentes de universalismo y relativismo / particularismo.

    * Universalistamente entendida, la multiculturalidad significa la reducción de seres humanos concretos a individuos abstractos que deben ser entonces desculturizados y asimilados de acuerdo a un programa civilizacional. El objetivo de ese proyecto, en el cual puede reconocerse una continuación de un anterior "proyecto de la modernidad", es la homogeneización cultural y material de la Humanidad.

    * Relativistamente entendida, la multiculturalidad significa la preservación de la particularidad nacional y cultural por medio de la cual las naciones individuales deben ser anidadas ahora una dentro de otra y vivir juntas en la proximidad más cercana. Ya que este proceso está conectado a la inmigración masiva en áreas de prosperidad industrial, paradójicamente la demanda apunta a provocar una única formación cultural, a saber, que la gente autóctona renuncie a su propia identidad específica en favor de otros grupos nacionales.

     En ambos casos, quien se opone al programa multicultural es la gente autóctona de los países industrializados, cuya resistencia a la inmigración e infiltración extranjera debe ser rota por medio de la sistemática identificación con el radicalismo "fascista"-racista-derechista. La tentativa de Hitler de destruír una particularidad nacional y racial en nombre de otra particularidad nacional y racial se convierte en el punto de referencia estándar para todos los intentos de afirmación de la particularidad; en cualquier caso, cuando dichos intentos provienen de la gente autóctona de los países industriales. Pero otras particularidades no caen bajo este juicio: la xenofobia anti-europea de los movimientos de liberación no es condenada, y cierta gente como los kurdos o los judíos pueden insistir en su particularidad étnica sin que eso implique una acusación contra ellos.

     Una notable asimetría en el concepto es obvia aquí: el anti-fascismoes en gran medida anti-germanismo. Pero eso realmente contradice su auto-entendimiento universal, y revela un núcleo nacional cuyas consecuencias no pueden ser completamente previstas, pero que pueden ser explicadas en términos de su origen.

     Hitler destruyó a los judíos en nombre de los alemanes, es decir, a partir de la abstracta e indiferenciada "Humanidad"él tomó dos naciones que se distinguían del resto profano de la Humanidad en tanto ellas poseen el carácter complementario de lo absoluto: los culpables absolutos y las víctimas absolutas. Esa distinción termina asumiendo una significación para el programa universalista de crear una Humanidad uniforme, a saber, esta última todavía incluye dos particularidades ajenas a ella en principio: un pueblo negativamente elegido, los alemanes, y un pueblo positivamente elegido, los judíos. Hitler, así, tuvo éxito en un modo que él quizá no había previsto: él atribuyó un papel especial y complementario a alemanes y judíos para siempre, uno que no desaparecería de la memoria humana mientras haya todavía alemanes y judíos. Pero eso tiene una última y paradójica consecuencia. El proyecto de la Humanidad homogénea permanecerá sin ser realizado mientras esos dos remanentes más obstinados de la particularidad nacional no sean exitosamente asimilados también, y por lo tanto eliminados. Contra esa asimilación de alemanes y judíos, su disolución en meros "individuos humanos", sin embargo, está la estructura del mito de Auschwitz, cuyo núcleo es precisamente la rebelión de lo particular contra lo general.–






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