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H. B. Isherwood - La Religión y la Controversia Racial

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     Publicado primeramente en Inglaterra en 1970, y posteriormente en la edición de Julio de 1988 de la revista estadounidense Liberty Bell, de donde lo tomamos para presentarlo en castellano, el siguiente análisis del británico H. B. Isherwood, familiarizado con estudios bíblicos, desde un punto de vista teológico cristiano hace ver la inconveniencia social de hacer convivir en un mismo territorio a razas totalmente disímiles e inasimilables, lo que a la larga sólo produce la destrucción del tejido nacional, haciendo alusión a la realidad de su época, especialmente del Reino Unido y de países de África en un documento anticipatorio que va a cumplir cincuenta años pero que tiene vigencia por establecer mecanismos previsibles de evolución.

La RELIGIÓN y la CONTROVERSIA RACIAL







     Debe ser preocupante para muchos de aquellos que han sido criados como herederos de la tradición cristiana, católica o Protestante, ver la perturbadora influencia del partidismo mostrado por la jerarquía de la Iglesia nacional de Inglaterra y otras denominaciones cristianas en relación a problemas raciales que se originan cuando clases de gente fundamentalmente diferentes emigran indiscriminadamente de una nación a otra, y está surgiendo ahora la pregunta de si la religión institucional puede hacer útilmente una contribución constructiva a una materia más esencialmente secular que espiritual en su carácter.


     Ampliamente se puede decir que la Iglesia basa su enseñanza en la premisa de que todos los miembros de la familia humana, independientemente de la raza o nación a la cual ellos pertenecen, nacen iguales o podrían ser hechos iguales bajo una cultura común, y que la mezcla de las razas y la disolución de las naciones tiene una aprobación bíblica.

     Si la Humanidad en su conjunto se beneficiaría de la aplicación de una tal creencia igualitaria está abierto a la duda, como será apreciado por el estudioso serio que reflexione con una mente abierta e imparcial sobre lo que es presentado en este ensayo.


EL MITO DE LA IGUALDAD RACIAL

     En el mundo de la realidad los hombres no nacen iguales, ni es cada mente al nacer una tabula rasa no diferenciada, uniforme con cada otra mente, como se supuso una vez. Todos los seres humanos son distinguibles por una diversidad innata.

     Algunos nacen más sensibles y con mentes más brillantes que otros; unos son extravertidos, introvertidos otros; algunos por naturaleza son generosos, otros mezquinos, todas cualidades internas que predeterminan el tono del comportamiento en el individuo y el carácter de su raza. Como una condición impuesta por la ley natural, un hombre se diferencia de otro en constitución heredada, disposición y temperamento, en poderes de razonamiento, imaginación, genio y aptitudes.Y todas tales diferencias fundamentales pueden ser vistas y comparadas sobre una base racial.

     La igualdad moral podría ser, pero para su validez tal concepto no requiere de ninguna presunción de igualdad natural. Tampoco la uniformidad del tratamiento ante la ley confiere la igualdad del ser.


     La igualdad humana y racial según es profesada por la Iglesia no es más que un artificio de conveniencia política inventado para permitir que los hombres de todas las razas sean tratados y gobernados como peones de igual valor. En la Iglesia esa doctrina socialmente perjudicial del igualitarismo, que en su moderna forma marxista surge de los impulsos insurreccionales que dieron origen a la Revolución francesa y más tarde a la Revolución bolchevique, ha asumido ahora el carácter de dogma.

     El concepto de igualdad de oportunidades, útil como una fórmula para la libertad, y que implica el derecho moral a discriminar, tiene en la práctica el efecto de demostrar que un hombre es superior a otro. Esto también tiene una significación racial.

     Conforme al orden natural de la Creación, las cualidades y potencialidades humanas varían considerablemente de un hombre a otro y de raza en raza, y no hay ningún modo de eliminar o alterar tal variedad intrínseca por medio de la crianza o la educación.

     Se comprenderá así que la enseñanza de una igualdad existente entre personas y razas, no relacionada con la realidad, inevitablemente tiende a inculcar la envidia, el descontento y la rebeldía. La frustración provoca la pérdida del respeto por los valores tradicionales, por las convenciones convenientes y por la autoridad. Si el énfasis se hubiera puesto en la calidad más que en la igualdad, cuánto más civilizada habría llegado a ser la Humanidad.

     La Iglesia raramente, si es que alguna vez, predica la necesidad del auto-respeto racial o nacional, o el patriotismo que significa lealtad a la propia familia y parientes conforme a la ley natural y divina. Por el contrario, la Iglesia, como demasiado claramente lo han revelado las declaraciones de obispos de la Iglesia de Inglaterra en la Cámara de los Lores, ha mostrado una pronunciada tendencia hacia el descontrol e irrestricción comunitarios.

     La declaración de que "Somos todos hijos de Dios, todos creados a Su imagen, y somos por lo tanto todos similares e iguales", es quizás la más común de las falacias que están ahora confundiendo al pensamiento en la Iglesia cuando para propósitos más políticos que religiosos se afima que los hombres de todas las razas nacen iguales y que no existen diferencias raciales heredadas excepto en las mentes prejuiciosas. Cuán exitosa ha sido la Iglesia en la propagación de este concepto comunista puede ser ilustrado citando una carta de Malcolm Muggeridge, publicada sin refutación en The Times el 19 de Julio de 1970, en la cual ese famoso publicista declara en relación con la inmigración e integración racial: "Como hijos de Dios, una familia humana, no puede haber ninguna diferencia intrínseca entre un hombre y otro. Suponer otra cosa es la blasfemia más vil".


     No todos los teólogos, sin embargo, han estado dispuestos a respaldar una teoría que ofende al sentido común y que está en desacuerdo con las verdades de la Naturaleza como han sido reveladas por la ciencia. Por ejemplo, Ralph Inge, que fue durante un tiempo profesor de teología en Cambridge(Inglaterra) y que más tarde se hizo famoso como el deán de la catedral de San Pablo, observó: "El ridículo dogma de que los hombres nacen iguales está muerto, si no sepultado". Y al explicar lo que se quiere decir con el Juicio Divino, ¿acaso un antiguo arzobispo de Canterbury no afirmó: "A los ojos de Dios todos los hombres no son iguales"? Y puede ser interesante recordar que el ortodoxo cristiano y erudito devoto doctor Samuel Johnson astutamente comentó: "la Humanidad es más feliz en un estado de desigualdad y subordinación. Si llegaran ellos a estar en ese agradable estado de igualdad, degenerarían hasta convertirse en brutos, y sus colas crecerían". El culto doctor por supuesto estaba atacando a la falsa doctrina revolucionaria de la igualdad humana que estaba ganando aceptación en su tiempo y que ha llegado a ser ahora una parte integral de la Iglesia y de la enseñanza marxista.


RAZAS NO TODAS DE UNA MISMA SANGRE

     Un padre "celestial" de todos, puede ser, pero no un padre "terrenal". Toda la Humanidad de diferentes razas no podría haber descendido de un par de progenitores, lo que es una noción incestuosa. Con respecto a esto la Iglesia todavía parece conceder demasiado crédito literal a la imaginería bíblica.

     A muchos jerarcas de la Iglesia les gusta creer que la "solidaridad de la Humanidad" o la "unidad esencial de la Humanidad” o la "hermandad universal del hombre", para no hablar de la "dignidad humana”, la "estimación mutua" y el "amor fraternal", debe necesariamente depender del postulado de una clase de igualdad innata o uniformidad natural, como aquella impuesta por el "parentesco sanguíneo" de descendientes comunes. En realidad no hay ninguna tal consanguinidad universal, ni se encuentra en la Biblia una aprobación para tal idea.

     Sólo la primera parte de Hechos 17:26, "y ha hecho de una sangre todas las naciones de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra", es citada ad nauseampor clérigos ecuménicos, que interpretan la metáfora "sangre" demasiado literalmente como autoridad para su presunción de una igualdad innata entre las razas. Lo claramente significado, por supuesto, es que la Humanidad en conjunto podría ser considerada como perteneciente a una sola especie distinta. Las diversas razas en las cuales Dios ha dividido divergentemente a la Humanidad, sin embargo, pueden ser identificadas y evaluadas por separado sobre la base de sus respectivos genes, las unidades orgánicas de la herencia que determinan la raza y el cerebro, la sede de todas las dispares sutilezas de la inteligencia nativa. Y un conocimiento de las diferencias en la sangre es indispensable en la práctica médica, como deberían saber los clérigos que se han sometido a transfusiones de sangre.

     El color de la piel es una herencia genética, pero no es de ningún modo el rasgo racial más importante, aunque clérigos y políticos lo hacen parecer así. Con mucho los rasgos raciales más importantes son los factores innatos que reflejan diferencias psicológicas, incluyendo las capacidades intelectuales. Como fue reportado en The Times el 18 de Septiembre de 1970, "nuestros genes establecen nuestro carácter así como nuestros estándares mentales y nuestras características físicas". Tal conclusión, ahora aceptada por la mayoría de científicos de reputación, es completamente rechazada por la Iglesia, excepto por el Calvinismo, ya que se sospecha que tal "determinismo" puede invalidar los conceptos de libre albedrío y responsabilidad moral. Tal no es el caso, sin embargo.

      Los grados de inteligencia dependen más de los genes que del medioambiente. De este último puede conseguirse nuevo conocimiento con quizá más entendimiento, y pueden formarse nuevos hábitos a partir de los instintos, pero tales adquisiciones, aunque hasta cierto punto modifican el carácter y la personalidad durante una vida, no pueden cambiar permanentemente la estructura genética del modo en que los científicos Lamarckianos alguna vez pensaron que era posible y que es todavía parte de la Iglesia y de la ideología comunista. A menudo se dice que "Así como es el padre, así es el hijo", pero, al contrario de la creencia de la Iglesia (y comunista), nada adquirido por educación o ejercicio en una generación es jamás transmitido en la carne a la siguiente generación.

     La segunda parte de Hechos 17:26, "y determinó los tiempos señalados y las fronteras de sus territorios", no es tan frecuentemente mencionada por aquellos que procuran disolver las divisiones raciales humanas (como está siendo intentado en la Rusia comunista, y ahora también en Estados Unidos y Gran Bretaña), ya que en ella tenemos pruebas de la voluntad divina de que las razas deberían ser mantenidas aparte en sus propias tierras.

     Según sus inclinaciones naturales y necesidades sociales, "cada nación diferente llegó a ser hacedora de su propio dios", como leemos en 2 Reyes 17:29; o como lo pone el historiador científico profesor C. D. Darlington de Oxford, "Cada religión tuvo su propio origen racial. En ninguna parte mejor que en las expresiones divergentes de una religión común vemos las expresiones divergentes de razas diferentes".

     Pablo estaba bien consciente de las variaciones intrínsecas dentro del cuerpo de la Humanidad como las exhiben las diversas culturas y religiones nacionales, ya que en 1 Corintios 12:4-12 se hace referencia a "diversidad de talentos... diferencias de administración... diferentes modos de trabajar... ya que el cuerpo (de la Humanidad),siendo uno, está formado por muchos miembros". Y la inclusión de los dos sexos en Gálatas3:28 demuestra ampliamente que Pablo no estaba pensando en ninguna equivalencia (biológica) física en las relaciones humanas. En su Comentario a la Epístola de Pablo a los Gálatas (1520), Martín Lutero dijo lo siguiente: "En el mundo, y según la carne, hay una gran diferencia y desigualdad entre las personas; y lo mismo debe ser diligentemente observado". Como entre las personas, y también entre los pueblos, debe prestarse atención a las diferencias raciales naturales si ha de ser conseguido un entendimiento mutuo junto con tolerancia.

     Como señaló Pablo en 1 Corintios 15:44, "hay un cuerpo natural, y uno espiritual". En asuntos raciales estamos en gran parte preocupados por el "cuerpo natural" y la buena forma física humana para sobrevivir cada vez más en la Tierra. Pablo era un misionero divinamente inspirado, no un político socialista como lo son algunos obispos hoy, y la esencia de su enseñanza es que toda la Humanidad, sin alterar la raza o la nacionalidad, la posición social o el sexo, podría merecer la salvación espiritual al seguir el ejemplo y enseñanza de Cristo.

     Que algunas naciones y razas son elegidas por Dios para ser diferentes de otras parece obvio según 1 Pedro 2:9 que dice: "Pero ustedes son una raza elegida... un pueblo peculiar... para que ustedes proclamen las alabanzas de Aquel que los llamó desde la oscuridad a su luz maravillosa".


INTEGRIDAD RACIAL Y UNIDAD NACIONAL

     En los antiguos tiempos bíblicos, naciones y tribus de razas de clases diferentes de gente, racialmente conscientes desde el comienzo mismo de su existencia, lucharon por la supremacía en los mismos territorios (como en realidad ellos lo hacen hoy), y muchos pasajes en el Antiguo Testamentoadvierten de los peligros de discordia comunitaria y lucha inherente en la que ahora es llamada integración racial o mezcla de razas en comunidades multirraciales.

     Dios, no el hombre, formó el modelo de las razas y las colocó "en sus tierras, cada una según su lenguaje, y según sus familias, en sus propias naciones", como leemos en Génesis 10:5. Una confirmación adicional de la intención del Todopoderoso de establecer las naciones sobre el fundamento natural de su creación ha de ser encontrada en Génesis 10:32, donde dice: "y por éstos [los descendientes de los hijos de Noé] fueron divididas las naciones sobre la tierra", lo que es nuevamente enfatizado en Deuteronomio 32:8, que dice: "cuando el Altísimo asignó a las naciones su herencia; cuando Él separó a los hijos de Adán, fijó los límites de los pueblos".

     Que Dios además decretó que una raza fuera colocada antes que otra, es inequívocamente confirmado en Deuteronomio 7:6: "El Señor tu dios te ha elegido como un pueblo especial para él, sobre todo pueblo que está sobre la faz de la tierra". Otra vez en Números 14:12 está escrito que Dios"te hará una nación mayor y más poderosa que ellos".

     De esto, estamos obligados a aceptar que en sus atributos naturales dados por Dios, en sus facultades de razonamiento, en sus aspiraciones instintivas y todo lo que entra en el desarrollo del carácter, algunas razas y sub-razas son más favorecidas que otras, lo que ineludiblemente nos lleva a la conclusión de que algunas razas deben ser superiores a otras, la verdad de lo cual es respaldada por la ciencia, por muy disgustante que eso pueda ser para ciertos eclesiásticos y políticos subversivos.

     Conforme al designio y dispensación del Todopoderoso, deliberados, como aquellos que creen en la Deidad deben suponer, cada raza fue creada con su propia capacidad peculiar para el desarrollo, un hecho de la Naturaleza científicamente demostrable y probado por historias raciales, de manera que es irrazonable esperar que todas las razas alcancen las mismas alturas de civilización o que en efecto sobrevivan en absoluto. Ni la educación, ni el hablar el mismo idioma, ni vivir en un ambiente común con una fe común puede rellenar alguna vez la brecha "diferencial" tan profundamente cincelada por la mano de Dios.

     Cualquier proceso sintético de nivelación y entremezcla racial, ya sea que eso implique entrecruzarse o no, que rompa la cohesión natural de una nación, probablemente no puede tener éxito en elevar a toda la Humanidad a un nivel uniforme más alto. Sin los lazos y las restricciones de la vida de familia y sin un parentesco con afinidad racial, las sociedades nacionales se vuelven inestables, como sabemos por la historia bíblica. Tales sociedades son invariablemente desfiguradas por hábitos vulgares y flojedad moral. Ya la promiscuidad racial se está haciendo tan abundante como la promiscuidad sexual.

     No debería concluírse de esto, sin embargo, que las razas superiores no tienen ninguna obligación moral de ayudar a las razas más atrasadas si esas razas están en necesidad de ayuda.


MATRIMONIOS ENTRE RAZAS, PROHIBIDO POR DIOS

     En Deuteronomio 7:3 aparece la severa prescripción contra matrimonios entre miembros de razas diferentes: "Ni harás matrimonios con ellos; tu hija no se la darás a su hijo, ni su hija darás a tu hijo". Esa orden divina es hecha doblemente clara en Esdrás 9:12: "Así pues, no deis vuestras hijas a sus hijos ni toméis sus hijas para vuestros hijos; no busquéis nunca su paz ni su bienestar, a fin de que podáis haceros fuertes, comer los mejores frutos de la tierra y dejarla en herencia a vuestros hijos para siempre".

     Tal insistencia en la pureza e integridad racial es otra vez enfatizada en Esdrás 10:11, que dice: "Ahora, pues, dad gracias a Yahvé, dios de vuestros padres, y cumplid su voluntad separándoos de las gentes del país y de las mujeres extranjeras". Y nadie puede entender mal lo que se quiere decir con la orden del Todopoderoso en Levitico 19:19, donde dice: "Guardaréis mis estatutos. No harás copular dos animales de especies diferentes. No sembrarás tu campo con una mezcla de dos clases de semillas. Tampoco te pondrás un vestido tejido con hilos de dos materiales distintos".

     Sabemos por Números cap. 12 qué aguda perturbación causó Moisés a su propio pueblo cuando él se casó con una mujer negra que no era de su raza.

     Los hititas no eran de raza o fe judía, y una gran pena le fue provocada a Isaac y Rebeca cuando su hijo Esaú se casó con dos mujeres extranjeras hititas, como se describe en Génesis 26:34-35.

     Una angustia similar está siendo sufrida hoy por muchos padres cuando sus hijos, contra el sabio consejo, se casan con gente de otra raza, un procedimiento que la Iglesia específicamente bendice aunque sea contrario a la ley bíblica y pueda ser visto que es destructivo de la vida de familia y de la armonía social, y perjudicial para la unidad nacional.


     Las autoridades han sugerido que los descendientes de Esaú y sus mujeres extranjeras hititas fueron los antepasados del racialmente mezclado pueblo edomita, más tarde identificado como idumeos, quienes fueron una espina en el costado de los judíos durante cientos de años, y en realidad hasta la venida de Cristo, cuando ellos desaparecieron de las páginas de la Historia. La lección a ser aprendida de esto no necesita ninguna elaboración: no es conveniente para las razas, como han sido desarrollada por Dios, entrecruzarse.

     Oremos, mientras hay aún tiempo, para que Estados Unidos y Gran Bretaña, ambos ahora en peligro inminente, presten atención a esta clara advertencia bíblica de los peligros siempre presentes para una nación sumida en el multi-racialismo en la cual germinan las semillas de la disensión, la degeneración y la decadencia.


REPATRIACIÓN APROBADA POR DIOS

     Aunque las contribuciones culturales puedan haber entrado desde fuera, todas las civilizaciones prácticamente sin excepción han sido construídas sobre la estabilidad social permitida por la homogeneidad racial. Así es cómo las naciones, como entidades gregarias emparentadas, han surgido bajo el cuidado bienhechor del Omnipotente. Las culturas que reflejan la calidad de la gente varían entre naciones así racialmente formadas, y correspondientemente variadas son las religiones que reflejan la sensibilidad espiritual.

     Claramente no está de acuerdo con el consejo bíblico para poblaciones nacionales que comparten una evolución común y una misma historia ancestral de la cual ha provenido su sentido corporativo de carácter de nación, el destruír su unidad orgánica al llevar a su grupo a elementos raciales incompatibles y tratar de absorberlos.


     Con la bendición divina se espera de nosotros como patriotas que valoremos nuestro propio patrimonio y herencia y que seamos leales a nuestras propias familias, nuestros parientes, nuestra raza y nación.

      En Isaías 13:14 leemos: "Entonces, como una cabrita asustada, como ovejas que andan sin pastor, cada uno se vuelve a su pueblo o huye hacia su propia tierra". En esto las naciones tienen la aprobación divina para la repatriación de gente inasimilable de razas foráneas a una sociedad más racialmente compatible.


LA BIBLIADE LOS JUDÍOS APRUEBA LA SEGREGACIÓN

     El Antiguo Testamento es la Bibliade los judíos, la columna vertebral de cuya fe nacionalista en Yahvé es esencialmente segregación (apartheid). Uno sólo puede maravillarse del modo en que los judíos, siempre racialmente conscientes de manera intensa, han persistido incansablemente a costa de mucho sufrimiento en la preservación de ellos mismos como "una nación dentro de una nación" a través de las épocas como una entidad racial y religiosa. Así debería ser con otras naciones si ellas valoran la Providencia de Dios y tienen orgullo de sí mismas y de sus antepasados y están diligentemente preocupadas de ver que sus hijos tengan un futuro que valga la pena en la Tierra entre los de su propia clase.

     A menudo se dice que un judío es sólo un judío en virtud de su religión y que los judíos son no más que un grupo socio-religioso. Eso es completamente erróneo. Benjamin Disraeli, por ejemplo, era un judío según la raza, de los Sephardim, un hecho del cual él estaba sumamente orgulloso, pero él era cristiano por la fe y un imperialista. Karl Marx era un judío según la raza, de los Ashkenazim, pero él fue bautizado como cristiano, aunque más tarde en la vida él llegara a ser un ateo.

     Obedeciendo al Señor y rechazando resueltamente ser asimilados y absorbidos por otra raza de gente, que ellos fueron inspirados para ver que conduciría a su extinción como una raza especial, los hebreos bajo Moisés sacaron a su gente de Egipto. Por exactamente la misma razón un Éxodo similar está siendo intentado ahora desde la Rusia soviética socialista y las tierras comunistas contiguas.

     Al pasar se puede decir que los judíos, sobre todo los Ashkenazim, que ahora invaden la Tierra Santa y las tierras de los árabes en el Oriente Medio, están fuertemente cargados con los genes de ancestros mongoloides no semíticos (jázaros). Muchos de ellos no son judaístas en absoluto, un hecho deplorado por los rabinos, sino ateos o racionalistas que pertenecen al mismo grupo racial que tanto hizo para provocar la Revolución bolchevique en Rusia.


SEGREGACIÓN O DESARROLLO Y PROGRESO RACIAL SEPARADO

     Las naciones negras independientes de África (bantúes y otras), ahora bajo regímenes despóticos de "un hombre, un voto, un partido", están determinadas por un proceso de lo que es llamado Africanización a retener sus identidades raciales, pero por alguna razón la Iglesia no ha puesto ninguna objeción a tales prácticas de segregación, aunque esas naciones altamente conscientes racialmente tiendan ahora a renunciar al cristianismo, que ellos sienten que es un culto más apropiado para la raza europea que para las africanas. Muchos políticos negros, en efecto, están llegando a creer que el cristianismo es poco más que un instrumento del colonialismo imperial.

     Hemos visto cómo ciertos elementos cristianos en el Congo, en Nigeria y Zambia, han sido criminalmente suprimidos, cómo los musulmanes árabes en Zanzíbar fueron masacrados, y cómo los indios (hindúes y sijs) y paquistaníes (musulmanes) estaban siendo expulsados de Kenia y Uganda. Pero tales operaciones políticas raciales han provocado poca crítica de parte de clérigos, que parecen estar ciegos ante su verdadera significación.

     Reconociendo la necesidad de proteger para la posteridad las cualidades y las culturas tradicionales de las diferentes razas y sub-razas en sus dominios, que incluyen África del Sudoeste, la República Sudafricana está poniendo aparte enormes territorios para la residencia exclusiva y uso de los bantúes y otros pueblos distintos para permitirles realizar sus verdaderas naturalezas.Un procedimiento de una clase algo similar también está siendo aplicado en la República de Rhodesia. A causa de eso, esas grandes naciones independientes, los únicos baluartes cristianos confiables que quedan en toda África contra las presiones y las tácticas desmoralizadoras del comunismo y el paganismo, están siendo despiadadamente atacadas por la Iglesia. Incluso Portugal, una nación bajo el catolicismo, no ha evitado el odio de la Iglesia, a pesar de que en sus provincias africanas las diferencias raciales no son oficialmente reconocidas y el mestizaje (cruzamiento racial) no es desalentado, como debería ser según la Biblia.

     Ya en 1964 el Concilio Británico de Iglesias declaró su disposición a apoyar, junto con los comunistas, un bloqueo bélico de Sudáfrica para obligar al gobierno allí a cambiar su Constitución. Más tarde a ese organismo le pareció adecuado informar a todos los cristianos que contemplaban emigrar a Sudáfrica que si ellos aceptaban las condiciones sociales que prevalecen allí ellos cometerían una "blasfemia contra el Espíritu Santo".

     A pesar del horrible espectáculo del Congo ante sus ojos, la Conferencia Mundial sobre Iglesia y Sociedad recomendó (en Ginebra, 1966) que la cuestión constitucional de Rhodesia fuera entregada a Naciones Unidas a la que se le requeriría usar tropas mercenarias para obligar a los rodesianos a rendirse al gobierno extranjero pagano. ¿Y qué debe uno pensar de los prejuicios políticos del muy reverendo arzobispo Lord Fisher de Lambeth, quien en Diciembre de 1965 expresó la opinión teocrática de que "los únicos organismos responsables capaces de hablar por todos los rodesianos"en asuntos políticos eran las Iglesias y no los representantes del pueblo legalmente elegidos? Ese ex-arzobispo de Canterbury más tarde sugirió que "Smith, el Primer Ministro (de Rhodesia), pudo haber hecho una de dos cosas honorables: él podría haber dimitido o podría haber conducido a Rhodesia a separarse de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth)". Como Ian Smith no hizo ninguna de esas cosas, Lord Fisher, hablando por la Iglesia, lo vilipendió como "deshonorable"y "estúpido", diciendo que "Smith no es el primer fanático que permite que lo que él supuso era su honestidad, lo condujera a conflictos morales desastrosos".

     Satisfaciendo sin duda a la Iglesia, al igual que al comunismo, el entonces Primer Ministro de Gran Bretaña, Harold Wilson, que es Vicepresidente de la Internacional Socialista pero no por supuesto Primer Ministro de Rhodesia, sin consultar al pueblo británico o a su Reina, entregó Rhodesia, autónoma desde 1923, a Naciones Unidas, un organismo amoral e irreligioso hostil a los intereses británicos, para aprobar un bloqueo internacional obligatorio para forzar a los rodesianos a derrocar su gobierno por medios inconstitucionales.

     Tal como resultó después, como lo registra la Historia, Ian Smith, por la gracia de Dios y con el apoyo de rodesianos de todas las razas, se mantuvo firme, y salvó de la barbarie a su nación.

     En Septiembre de 1970 el Consejo Mundial de Iglesias unánimemente aprobó una subvención de 200.000 dólares para terroristas negros (llamados guerrilleros o luchadores por la libertad) para permitirles comprar armas para destruír mediante asesinato los gobiernos constitucionales de Sudáfrica, Rhodesia, Mozambique, Angola y Guinea. Esa escandalosa propuesta por lo visto se encontró con la aprobación del Concilio Británico de Iglesias, uno de cuyos portavoces tuvo el malvado descaro de declarar (Septiembre de 1970) que "las organizaciones que practican el terrorismo son las autoridades Blancas".

     Un prelado socialista, el obispo de Southwark, ha dicho que "el apartheid es intrínsecamente malo... una afrenta a la dignidad básica del hombre". Así un hombre de Iglesia rechaza los decretos del Todopoderoso según están puestos en la Santa Escritura.


     Incluso el púlpito de la catedral de San Pablo [en Londres] ha sido profanado por voceros alineados con los comunistas, patrocinados por la Iglesia, que abogan por el uso de la violencia para provocar la asimilación racial mundial contraria a la voluntad revelada de Dios. Como una demostración de su disgusto por el modo en que Sudáfrica estaba siendo gobernada, dignatarios de Iglesia, incluyendo obispos, incluso llegaron al absurdo de ponerse ellos mismos a la cabeza de irresponsables muchedumbres callejeras para disuadir a la gente inglesa de mirar a los sudafricanos jugar al cricket.

     En una oposición realista a esa agitación, el obispo de Exeter declaró en Noviembre de 1969 que a las repúblicas africanas "debe serles permitido desarrollarse de acuerdo a sus propios lineamientos y según sus propias características raciales", que es la política de los gobiernos sudafricano y rodesiano.

     Quizás el crítico de Iglesia más celebre e implacable de la política sudafricana de establecer naciones separadas de razas diferentes para darles espacio para evolucionar de acuerdo a líneas civilizadas de auto-determinación étnica sobre una base natural (como ha sido aprobado por la Sociedad de Naciones y por Naciones Unidas, y por la Biblia), es un socialista, Trevor Huddleston, ahora obispo de Stepney, pero según una entrevista publicada en The Times el 29 de Abril de 1970, él puede estar cambiando de opinión, ya que se sintió llevado a decir sobre grupos indios, paquistaníes y negros de pobladores en Inglaterra, que "Las comunidades inmigrantes necesitan realmente las oportunidades para encontrar su propia cultura y ser capaces de descubrirse a sí mismas", lo que en principio concuerda con lo que las autoridades sudafricanas y rodesianas están tratando de hacer posible en una manera práctica.


EL REINO UNIDO Y EL MULTIRACIALISMO

      Con la tácita bendición de la Iglesia Ecuménica ha habido una inoportuna ola de inmigración en Gran Bretaña durante los pasados veinte años de excesivas e indeseadas poblaciones de naciones independientes de razas de color no británicas. Ningún flujo similar de gente tan completamente ajena en las Islas Británicas desde tierras de fuera de Europa ha ocurrido antes. Ni tampoco la inmigración a una escala tan enorme ha sido necesaria o justificada, viendo que Gran Bretaña ya está peligrosamente sobrepoblada con cientos de miles de su propio pueblo incapaces de encontrar un empleo regular, muchos incluso sin casas.

     "Tú has multiplicado a la nación, y ‹no› aumentaste la alegría", como leemos en Isaías 9:3, y mucha inquietud ha sido innecesariamente causada a los británicos, los ingleses, escoceses, galeses e irlandeses, cuyos instintos y la razón les dicen que su futuro como una nación unida por una ascendencia y una historia común ha sido comprometido.


     Usando inocentemente el argumento a menudo planteado en defensa de la esclavitud en las Américas, a los políticos socialistas de la Iglesia, más predispuestos que informados, les gusta afirmar que la propia gente británica autóctona se ha beneficiado materialmente por el uso del trabajo inmigrante. Se puede mostar, sin embargo, que a fin de cuentas tal argumento economicista no tiene mucho fundamento. Hace hasta veinte años pocas personas de color, si es que alguna, estaban empleados en hospitales o en el transporte, y tampoco esos servicios dejarían de funcionar si personal de color no fuera empleado ahora. Es verdad, por supuesto, que los propios inmigrantes se han aprovechado del desequilibrio social, pero a costa de la gente británica nativa.

     En el campo espiritual, es dudoso si a largo plazo la sociedad británica, fundada en tradiciones cristianas con una constitución cristiana, sacará algún beneficio de la intrusión masiva en su medio de cultos foráneos como el mahometismo, el hinduísmo, el sijismo, el judaísmo y librepensadores, todos con antipatía por el cristianismo.

     Hubo una vez un Imperio británico dentro del cual todas las razas podrían quizá al final haber tenido derecho a considerarse a sí mismas como súbditos imperiales y ciudadanos con el derecho constitucional de moverse libremente e instalarse en cualquier lugar en los territorios imperiales. Pero principalmente en el caso de las naciones de color no-británicas, el Imperio ya no existe. En su lugar hay una comunidad-gatuperio de naciones independientes todas racialmente conscientes, en su mayoría sin lealtad a la Corona británica y a menudo hostiles a Gran Bretaña. El Reino Unido, sin embargo, es todavía el punto focal de esta inestable estructura multirracial que se desintegra, pero de ninguna manera eso requiere que Gran Bretaña misma llegue a convertirse en una comunidad multirracial indescriptible de gente con naturalezas, religiones y lealtades irreconciliablemente divididas.

     Como resultado de la mal concebida Ley de Nacionalidad Británica (1948), Gran Bretaña, en un "momento de aberración nacional", se ha cargado a sí misma con un problema que Estados Unidos encuentra insoluble, aunque haya sido decretada una legislación que proscribe la libertad de selección social (el derecho básico de escoger y disfrutar de la propia compañía) y segregación racial. Las Leyes de Derechos Civiles en Estados Unidos, bajo las cuales está prohibida la enseñanza de la moral cristiana en las escuelas ayudadas por el Estado, han tenido ya el efecto de engendrar "permisividad" y exacerbar las tensas relaciones raciales. Medidas similares, las Leyes de Relaciones Raciales, proscribiendo el tradicional derecho a discriminar, están haciendo poco para promover la armonía racial en el Reino Unido, donde los diversos grupos raciales no pueden, por sus mismas naturalezas dadas por Dios, diversas en raza y credo, alguna vez ser cohesionados o integrados para "combinarse en un todo congruente singular".

     Bajo esas leyes, las "relaciones de razas" se han desarrollado hasta convertirse en una monstruosa industria parásita, y han proliferado las burocracias que gastan impuestos. Una de ellas, la Community Relations Commission, con un título probablemente diseñado para engañar, tuvo como su primer presidente al arzobispo de Canterbury. Más tarde su lugar fue tomado por un anticuado agitador sindicalista socialista, asistido por numerosos extranjeros de color. Otra organización racista es el Consejo de Relaciones Raciales (Race Relations Board), igualmente multirracial, cuyo presidente, copiando el procedimiento de un informador de la policía de un Estado comunista, invitó públicamente a inmigrantes como un modo de incitar sentimientos raciales, para que se quejaran si ellos sentían que no estaban siendo tratados de acuerdo a la hospitalidad que ellos fueron llevados a esperar de sus reacios anfitriones británicos.

     Ese Consejoincluso llegó al extremo de intentar impedir la verdad sobre la ciencia racial que estaba siendo propagada, otra vez imitando la técnica comunista. Por suerte un juicio imparcial sobre eso en los tribunales de Lewes de Marzo de 1968, estuvo decisivamente en contra del Consejoy sus jefes supremos socialistas y cosmopolitas.

     Las leyes de Relaciones Raciales, que en efecto prohíben en la práctica cualquier reconocimiento abierto de diferencias raciales, obstaculizando gravemente la detección criminal, incluso haciendo ilegal para un inglés mostrar preferencia por ingleses en Inglaterra o patrióticamente proclamar en público que él está orgulloso de su gran raza, puede verse que son subversivas del buen orden social. Sin embargo, esa legislación discriminatoria, resultando a menudo en absurdos en su implementación, que ha atraído tanto descrédito a la jurisprudencia inglesa, se encuentra con la irrestricta aprobación de la Iglesia de Inglaterra. En su apoyo de dicha legislación, el obispo de Chichester, hablando en la Cámara de los Lores en Junio de 1967, denunció cualquier oposición racional a ella como "esta mala cosa en nuestro medio".

     Negando que haya algún valor en la moral asociada con la integridad nacional fundada por Dios sobre la hermandad del parentesco racial, los líderes de la Iglesia en Gran Bretaña ellos mismos se están colocando en las filas de los renegados condenados en Miqueas 7:6, donde está escrito que "los enemigos de un hombre son los de su propia casa"(nación o raza).

     Aparentemente imaginando que ser uniforme en lenguaje y educación es estar unido como tipo racial, y que ser racialmente consciente es estar racialmente predispuesto, la Iglesia revela su fracaso para entender el verdadero significado del fermento racialen el mundo.

     Religión sin realismo no es más que superstición, pero en búsqueda de una ideología estrecha y anticuada, no aprobada por las ciencias ni por las Escrituras, la Iglesia parece ser incapaz de hacerse consciente de la razón de su pérdida de influencia y de la causa de su decadencia.


     Con su herencia y derechos de nacimiento ahora siendo descartados como indignos, la gente de linaje británico que hizo de Gran Bretaña una gran nación y estableció un gran Imperio está siendo reprendida ahora por la Iglesia y el Estado para que se resignen a convertirse en una nación ya no británica sino multirracial, una nación sin alma, una fraternidad cosmopolita auto-destructiva de razas mezcladas y religiones mezcladas, desunidas y privadas de cualquier sentido disciplinado del destino, un pueblo totalmente merecedor de la condena que está en Deuteronomio32:28: "Porque ellos son una nación desprovista de consejo, ni hay ningún entendimiento en ellos".

     La mezcla de razas contra la voluntad de Dioses el modo más seguro de destruír una nación.

     "Los grandes Imperios pueden caer como víctimas de circunstancias que están más allá de su control, expulsados de la arena de la Historia por la fuerza superior de enemigos externos o de presiones inexorables en la evolución de la civilización humana. Las naciones no decaen de aquella forma: ellas declinan por la corrosión interna, por una rendición de la energía o voluntad de vivir. Los Imperios, como las familias, pueden ser interrumpidos por la intrusión de otros: las naciones, como los individuos, se desvanecen debido a enemigos internos"(Dr. Immanuel Jakobovits, rabino supremo de la Commonwealth británica, en The Timesdel 16 de Enero de 1970).






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