Presentamos aquí en castellano el capítulo 13 del libro "Jewish Supremacism. My Awakening to the Jewish Question"(2002) del intelectual estadounidense David Duke (1950), texto que aunque fue traducido en 2007 al castellano hemos debido corregir a la vista del original, capítulo que habla del problema inmigratorio en Estados Unidos propiciado por legisladores de ascendencia judía, en especial desde la ley inmigratoria de 1965 que permitió la heterogeneización racial y el consecuente debilitamiento del predominio de la mayoría Blanca.
LA INVASIÓN EXTRANJERA DIRIGIDA por los JUDÍOS
por David Duke, 2002
"Dadme vuestras cansadas y amontonadas masas, que anhelan respirar libremente. El miserable desecho de vuestras atestadas playas"(Emma Lazarus).
La afluencia de europeos a Norteamérica llevó a desplazarse a las poblaciones indias y eventualmente a su confinamiento en reservas. De manera similar, la incesante inmigración judía en Palestina era contraria a los intereses del pueblo palestino, pero era necesaria para la apropiación judía de la región. Ella puso el fundamento del Estado sionista.
Cualquier tribu, raza o nación que desee preservar su cultura, sus intereses de grupo y su soberanía debe preservar su status predominante en la región geográfica en la que vive. La mayoría de las naciones han tenido una comprensión fundamental de este hecho desde el tiempo de las más tempranas civilizaciones, y toda nación moderna ha buscado un control estricto de sus fronteras y de la inmigración.
La mayoría de los estadounidenses considera la historia de la resistencia de los indios contra la colonización europea como moralmente justificable, pero en la retorcida ética de hoy, algunos consideran los intentos de los euro-estadounidenses para preservar nuestros genes y nuestra cultura únicos ante la inmigración no-europea, como algo moralmente reprensible. Sin embargo, a pesar de la omnipresente propaganda que promueve el multi-culturalismo y las publicitadas dichas de la diversidad, las encuestas de opinión en EE.UU. muestran una aplastante oposición a una inmigración sin restricciones. Un sentimiento público similar se encuentra en cada nación europea.
No fue sino hasta la Ley de Inmigración de 1965 que el Congreso de Estados Unidos ignoró los deseos de la mayoría y comenzó una política que discriminaba contra los potenciales inmigrantes europeos y fomentaba una masiva inmigración no-europea. Desde entonces, el gobierno federal ha mostrado una menor disposición a hacer cumplir nuestras leyes de inmigración y vigilar nuestras fronteras. Esta política trajo como consecuencia un diluvio de inmigrantes no-Blancos, legales e ilegales. La inmigración y las elevadas tasas de nacimientos de los no-Blancos han transformado la población estadounidense, que era casi un 90% europea a principios de los años '60, a menos del 70% a fines del siglo XX. La Oficina del Censo de Estados Unidos ha predicho que a mediados del siglo XXI, en vida de muchos de los que están leyendo estas palabras, los estadounidenses de origen europeo seremos una minoría en Estados Unidos. Ya somos una minoría en la mayoría de las grandes ciudades de EE.UU., y pronto seremos superados en número en California y Texas. Políticas similares a las promulgadas en Estados Unidos han introducido grandes cantidades de no-europeos en Canadá, negros en Gran Bretaña, norafricanos y asiáticos en Francia, turcos en Alemania, y una mescolanza de razas extranjeras en Escandinavia, España e Italia.
A medida que me hice racialmente consciente, me parecía ciertamente obvio que las nuevas políticas inmigratorias de Estados Unidos y Europa perjudicarían gravemente a las sociedades occidentales. Sólo poco tiempo después del comienzo de la nueva política inmigratoria, los problemas de delincuencia aumentaron en todas las naciones afectadas. La calidad de la educación sufrió y los problemas de bienestar social aumentaron. A medida que esta planeada transformación racial se acelera, estos males alcanzarán proporciones catastróficas.
¿Qué grupo tenía algo que ganar en este Armagedón demográfico? Los individuos extranjeros que podrían beneficiarse de las oportunidades económicas generadas por las sociedades occidentales tenían poca influencia política o económica mientras estuvieran fuera de las naciones de Occidente. Cuando estudié la lucha estadounidense sobre las leyes de inmigración durante los últimos cien años, la fuerza motriz detrás de la apertura de las fronteras estadounidenses me resultó evidente: era la judería organizada, personificada por la poetisa Emma Lazarus, cuyos versos cité al comenzar este capítulo.
Cuando yo era un estudiante en la educación secundaria, llegué a convencerme de que la masiva inmigración no-europea representaba la mayor amenaza, a corto y a largo plazo, para el EE.UU. que yo amaba. Comprendí que la Ley de Inmigración de 1965, a menos que fuera revocada, haría sonar finalmente las campanadas de muerte de mi país. Una gran parte de lo que leí apuntaba a una larga historia de organizados esfuerzos judíos para cambiar radicalmente las leyes estadounidenses de inmigración. Me puse en contacto con Drew Smith, un antiguo abogado de Nueva Orleans que había escrito El Legado del Crisol de Razasy que ya me había enseñado mucho a propósito del tema de la inmigración [1].
[1] Smith, Drew L., The Legacy of the Melting Pot, Massachusetts, 1971
Smith y yo nos entrevistarnos un lluvioso día después de clase en las oficinas del Consejo de Ciudadanos. Él explicó la historia de la ley estadounidense de inmigración. Después de citar los versos de Lazarus en la base de la Estatua de la Libertad, me preguntó: «¿Los intereses de quién podrían haberse visto favorecidos al inundar EE.UU. con "miserables desechos"?». El respondió rápidamente su propia pregunta: "Interesaba claramente a un pueblo cohesivo que utiliza la solidaridad racial como un arma, un arma que ellos quieren sólo para sí mismos. Los esfuerzos para cambiar la ley de inmigración estadounidense y, finalmente, desplazar a la mayoría europea, han sido dirigidos casi exclusivamente por judíos".
Smith explicó que Emma Lazarus —como muchos otros activistas de la inmigración— era una militante judía que apoyaba la creación de un Estado exclusivamente judeo-sionista en Palestina, pero que apoyaba la "diversidad" para Estados Unidos. Él me señaló cómo judíos tales corno Lazarus han cambiado incluso el significado moderno de la Estatua de la Libertad. El hermoso coloso de color jade no guardaba ninguna relación original con la inmigración y antecedió al centro de inmigración de la isla Ellis. Había sido un regalo de Francia para conmemorar la Revolución Estadounidense, no para honrar la llegada de "miserables desechos" a las costas de Estados Unidos. Es instructivo observar que esa hermosa estatua de la Feminidad Europea no mira hacia África, Asia o Sudamérica, sino hacia la tierra en que nació, Francia, y hacia la misma Europa.
Emma Lazarus había sido mejor conocida por sus ataques verbales contra los pogromsen Rusia que siguieron al asesinato del Zar Alejandro II en 1881. La ironía es intensa: una supremacista judía dedicada a la creación de un elitista Estado supremacista judío en Palestina estaba ansiosa de convertir a EE.UU. en un refugio para los desechos del mundo. Drew Smith poseía muchos libros sobre el tema de la inmigración, incluyendo algunos escritos por judíos, en los cuales él había subrayado importantes párrafos. Los tomé prestados y los estudié apasionadamente.
Organizaciones judías como el American Jewish Congress dirigían (y todavía dirigen) el esfuerzo para liberalizar la inmigración en Estados Unidos y derrotar a la legislación restriccionista. En 1921, 1924 y 1952 el Congreso aprobó una legislación que simplemente intentaba mantener el statu quo racial en Estados Unidos. Es interesante notar que, a pesar de que los anglo-estadounidenses eran una amplia mayoría tanto en la población estadounidense como en el Congreso, no trataron de aumentar su propio porcentaje de la población estadounidense, sino que simplemente trataron de mantener justamente el statu quo de cada grupo. En las primeras batallas legislativas los judíos fueron los principales defensores de una inmigración abierta y se opusieron vehementemente a una legislación que mantuviera a EE.UU. como una nación étnicamente europea y cristiana. En la Cámara de Representantes, Adolph Sabath, Samuel Dickstein y Emmanuel Celler encabezaron la lucha en pro de una inmigración sin restricciones, mientras que en el Senado, Herbert Lehman y en años posteriores Jacob Javits coordinaron aquellos esfuerzos. En las primeras luchas, el representante Leavitt claramente bosquejó el involucramiento judío en sus observaciones ante el Congreso.
"El instinto de la preservación nacional y de la raza no debe ser condenado... Nadie sería más capaz de comprender el deseo de los estadounidenses de mantener a EE.UU. norteamericano que el caballero de Illinois (el señor Sabath), que está liderando los ataques contra estas medidas, o los caballeros de Nueva York, los señores Dickstein, Jacobstein, Celler y Perlman.
"Ellos pertenecen al gran pueblo histórico que ha mantenido la identidad de su raza a través de los siglos porque ellos creen sinceramente que son un pueblo elegido, con ciertos ideales que mantener, y saben que la pérdida de la identidad racial conlleva un cambio de ideales. Este hecho debería hacer fácil para ellos y para la mayoría de los más activos oponentes a esta medida en este debate hablado, reconocer y simpatizar con nuestro punto de vista, que no es tan extremo como el de su propia raza, sino que sólo exige que la mezcla con otros pueblos sea tan sólo de la misma clase y proporciones y en cantidades tales que no alteren las características raciales más rápidamente que lo que puedan ser asimiladas, no sólo en la idea del gobierno sino también en la sangre"(Documentos del Congreso, 12 de Abril de 1924, 6.265-6.266).
El sociólogo Edward A. Ross en su influyente libro de 1914 El Viejo Mundo y el Nuevo: El Significado de la Inmigración Pasada y Presente para el Pueblo Estadounidense, cita al famoso líder pro-inmigracionista Israel Zangwill que sugería que EE.UU. es un lugar ideal para realizar los intereses judíos. Ross escribe entonces sin ambages acerca de la influencia judía.
"Los judíos, por consiguiente, tienen un poderoso interés en la política inmigratoria. De ahí el esfuerzo de los judíos para controlar la política inmigratoria de Estados Unidos. A pesar de que ellos representan sólo la séptima parte del total de nuestra inmigración, ellos dirigen la lucha contra el proyecto de la Comisión de Inmigración... La sistemática campaña en periódicos y revistas para contrarrestar todos los argumentos en pro de la restricción y apaciguar los temores de los nacionalistas, es llevada a cabo por y para una sola raza. El dinero hebreo está detrás de la Liga Nacional por una Inmigración Liberal y de sus numerosas publicaciones" [2].
[2] Ross, Edward A., The Old World and the New: The Significance of Past and Present Immigration to the American People, Nueva York, 1914, p. 144.
En 1924 el congresista Knud Wefald señaló los vínculos comunistas de muchos inmigrantes judíos y declaró que muchos judíos "no simpatizan con nuestros viejos ideales estadounidenses".
"El liderazgo de nuestra vida intelectual en muchas de sus fases ha caído en las manos de esos astutos recién llegados que no simpatizan con nuestros viejos ideales estadounidenses... que detectan nuestras debilidades y se aprovechan de ellas y se enriquecen con los perjuicios que nos causan.
"Todo nuestro sistema de entretenimiento ha sido asumido por hombres que llegaron aquí en el auge de la inmigración del Sur y el Este de Europa. Ellos producen nuestras horribles historias cinematográficas (y) escriben muchos de los libros que leemos, y editan nuestras revistas y periódicos" (Documentos del Congreso, 12 de Abril de 1924, 6.272).
La última legislación importante del Congreso aprobada para proteger el statu quo de EE.UU. fue la Ley Walter-McCarran de 1952. La oposición en el Congreso fue encabezada por la troikajudía de Celler, Javits y Lehman. Todas las organizaciones importantes judías (así como el Partido Comunista estadounidense) también se opusieron, incluyendo al American Jewish Congress, el American Jewish Committee, la ADL, el National Council of Jewish Women y docenas más. Durante el debate en el Congreso, Francis Walter observó que la única organización cívica que se opuso a la totalidad del documento fue el American Jewish Congress. El congresista Celler señaló que Walter "no debería haber sobre-enfatizado, como lo hizo, a la gente de una fe particular que se opone a los proyectos de leyes" (Documentos del Congreso, 23 de Abril de 1952, 2.285).
Cuando el juez judío Simon Rifkind testificó contra el proyecto de ley en las audiencias públicas, enfatizó que al apoyar el fracaso de la ley estadounidense de inmigración él representaba "la opinión de todo el cuerpo religioso y laico de la comunidad judía, hablando en términos religiosos, desde la extrema Derecha hasta la extrema Izquierda" [3].
[3] Audiencias Conjuntas ante los Subcomités de Judicatura, 82º Congreso, Primera Sesión, 6 de Marzo — 9 de Abril de 1951.
Me emocionó leer las valientes observaciones del congresista de Mississippi John Rankin durante ese debate. Hoy, unos comentarios tan auténticos de un funcionario elegido conllevarían un torrente de críticas que muy pocos podrían soportar.
"Ellos lloriquean acerca de la discriminación. ¿Saben ustedes contra quién se está discriminando? El pueblo Blanco cristiano de EE.UU., la gente que creó esta nación... Estoy hablando del pueblo Blanco cristiano, tanto del Norte como del Sur...
"El comunismo es racial. Una minoría racial se apoderó del control en Rusia y en todos sus países satélites, tales como Polonia, Checoslovaquia y muchos otros países que podría nombrar.
"Ellos han sido expulsados de prácticamente todos los países de Europa hace muchos años, y si continúan fomentando disturbios raciales en este país y tratando de imponer su programa comunista al pueblo cristiano de EE.UU., no hay cómo decir lo que pueda sucederles aquí" (Documentos del Congreso, 23 de Abril de 1952, 4.320).
Finalmente, en 1965 el objetivo promovido primeramente por las organizaciones judías en la década de 1880 dio sus frutos cuando el Congreso aprobó la Ley de Inmigración. El resultado fue que la inmigración sería no-europea en un 90%. Estados Unidos pasó de un programa de inmigración que pretendía ser proporcionalmente representativo de todos los grupos de Estados Unidos a otro que discriminaba contra los europeos. Tal como en la legislación anterior, los congresistas y senadores judíos así como poderosas organizaciones judías de presión lideraron la ofensiva. Ésta tuvo éxito porque en los 41 años desde 1924, el poder judío había aumentado enormemente en virtualmente todas las esferas de la vida estadounidense.
En 1951 el senador Jacob Javits escribió un artículo titulado "Abramos Nuestras Puertas" [4] que pedía una masiva inmigración sin restricciones. Javits y el congresista Celler figuraron de manera destacada en la aprobación de la ley en 1965. Nueve años antes de la aprobación de la Ley de Inmigración de 1965, el American Jewish Congresspropuso inicialmente los elementos esenciales de la ley y elogió al Presidente Eisenhower por su "inequívoca oposición al sistema nacional de cuotas". En un editorial de 1956 ellos lo alabaron por "tomar valientemente una postura anticipándose incluso a muchos defensores de una política liberal de inmigración y por haber adoptado una posición que había sido al principio impulsada por el American Jewish Congress y otras agencias judías"[5].
[4] Javits, Jacob, Let's Open Our Gates, New York Times Magazine, 8 de Julio de 1951, pp. 8 y 33.
[5] Semanario del Congreso, Editorial del 20 de Febrero de 1956, p. 3.
Motivación Judía detrás de la Inmigración Abierta
Habría sido estúpido y contraproducente para las organizaciones judías que lucharon por las fronteras abiertas admitir que estaban motivadas por unos intereses que estaban en conflicto con los de los europeos no-judíos. Ellos promovían la inmigración abierta como algo "patriótico". Desde principios de siglo ellos hicieron pronunciamientos públicos de que el multiculturalismo y la diversidad serían beneficiosos para Estados Unidos, camuflando astutamente sus motivaciones estratégicas.
Después de la promulgación de los estatutos de la inmigración abierta en 1965, escritores judíos tales como Naomi W. Cohen se sintieron mucho más seguros para revelar algunas de las verdaderas razones judías para promover tales políticas. Ella escribió que, comenzando con las persecuciones en Rusia en la década de 1880, pasando por la ocupación nacionalsocialista de Europa, y las tribulaciones de la Guerra Fría en Europa Oriental, la inmigración abierta en las naciones occidentales servía a los intereses judíos porque "la supervivencia a menudo dictaba que los judíos buscaran refugio en otras tierras"[6]. Cohen también escribió que una política extranjera internacionalista de Estados Unidos sirve a los intereses judíos porque "un Estados Unidos orientado internacionalmente era probable que fuera más sensible a los problemas de las juderías extranjeras" (Ibid., p. 342). Tal vez aún más importante, Cohen daba a entender que los judíos veían las políticas de inmigración abierta como rompiendo la homogeneidad y unidad de EE.UU., creando así una sociedad pluralista en la cual los judíos podrían prosperar.
[6] Cohen, Naomi W., Not Free to Desist: The American Jewish Committee 1906-1966, Filadelfia, 1972.
En su monumental libro Una Historia de los Judíos en Estados Unidos, Howard Sachar observa que el pluralismo apoya la "legitimación de la preservación de una cultura minoritaria en medio de una sociedad anfitriona mayoritaria" [7]. Así pues, en efecto, al romper la integridad y la cohesión de EE.UU., los judíos podrían incrementar su propia integridad y cohesión. Sachar continúa describiendo explícitamente cómo el pluralismo intensifica la solidaridad judía:
«Pero la influencia de Kallen se extendió realmente a todos los judíos cultos: Al legitimar la preservación de una cultura minoritaria en medio de una sociedad anfitriona mayoritaria, el pluralismo funcionaba como un ancla intelectual para una segunda generación judía educada, sostenía su cohesión y sus más tenaces esfuerzos comunes a través de los rigores de la Depresión, y revivía el anti-judaísmo, a través del impacto del nacionalsocialismo y el "Holocausto", hasta que la aparición del sionismo en los años post-Segunda Guerra arrasó la judería estadounidense con un clima de fervor redencionista propio» (Ibid., p. 427).
[7] Sachar, Howard, A History of Jews in America, Nueva York, 1992.
El psicólogo social Kevin MacDonald observó en A People that shall Dwell Alone que los principales movimientos anti-judíos se encuentran generalmente en naciones étnicamente homogéneas, y que "el pluralismo étnico y religioso sirve a los intereses externos judíos porque los judíos llegan a ser tan sólo uno de los muchos grupos étnicos... y se hace difícil o imposible desarrollar grupos unificados y cohesionados de Gentiles unidos en su oposición al judaísmo"[8].
[8] MacDonald, Kevin B., A People that shall Dwell Alone: Judaism as a Group Evolutionary Strategy, Westport, Connecticut, 1994. MacDonald, Kevin B., Separation and Its Discontents: Toward an Evolutionary Theory of Anti-Semitism, Westport, Connecticut, 1998.
En su libro de 1985 Un Cierto Pueblo: Los Judíos Estadounidenses y Sus Vidas Hoy, Charles Silberman escribe que
«Los judíos estadounidenses están comprometidos con la tolerancia cultural a causa de su creencia, firmemente enraizada en la Historia, de que los judíos sólo están seguros en una sociedad que acepte una amplia gama de actitudes y conductas, así como una diversidad de grupos religiosos y étnicos. Es esta creencia ——por ejemplo, la reprobación del homosexualismo— la que induce a la abrumadora mayoría de los judíos estadounidenses a respaldar los "derechos de los homosexuales" y a tomar una postura liberal en la mayoría de los otros así llamados "temas sociales"» [9].
[9] Silberman, Charles E., A Certain People: American Jews and Their Lives Today, Nueva York, 1985.
John Higham, en su libro Envíenmelos: Inmigrantes en el EE.UU. Urbano, afirma en términos claros que los cambios patrocinados por los judíos en las leyes de inmigración fueron una derrota de la representación política y cultural de "la gente común del Sur y del Oeste" [10].
[10] Higham, John, Send These to Me: Immigrants in Urban America, Baltimore, 1984.
Durante las décadas anteriores a la apertura de las fronteras en 1965, los grupos judíos habían afirmado piadosamente que no debería haber discriminación contra ningún grupo en cuanto a la inmigración, y que aquello sólo sería bueno para Estados Unidos. Pero Richard Arens, director del subcomité del Senado que elaboró la Ley Walter-McCarran, señaló que las mismas fuerzas judías que eran las más ávidas promotoras de una inmigración abierta, hipócritamente se opusieron a la inmigración étnica que ellos consideraron desfavorable a sus propios intereses.
«Una de las cosas curiosas acerca de aquellos que afirman más ruidosamente que la Ley de 1952 es "discriminatoria" y que no permite la llegada de un número suficiente de supuestos refugiados, es que ellos se oponen a la admisión de cualquiera del aproximadamente un millón de refugiados árabes que están en campamentos donde viven en penosas circunstancias después de haber sido expulsados de Israel»[11].
[11] Bennett, M. T., American Immigration Policies: A History, Washington DC, 1963, p. 181.
La judería organizada no sólo quiere impedir que los refugiados árabes regresen a sus hogares en Israel sino que también se oponen a su venida a Estados Unidos. ¿Ven ellos a los palestinos desplazados como potenciales oponentes políticos? Los grupos judíos claramente promueven formas de multiculturalismo que destruyen la cohesión de los Gentiles, pero no las que podrían amenazar el poder de su propio grupo. Así, claramente su dedicación al multiculturalismo es puramente estratégica; ellos quieren que a nuestra nación vengan grupos que puedan posteriormente pluralizar la sociedad estadounidense y destruír su cohesión, pero no grupos a quienes ellos ven como una amenaza política.
Las instituciones políticas y mediáticas dominadas por los judíos han promovido durante largo tiempo la invasión demográfica y la disolución de Estados Unidos. Mientras los medios judíos de comunicación demonizan como "racistas" a los que se oponen a la inundación de la inmigración no-Blanca en EE.UU., Canadá y todas las naciones europeas, la política de inmigración de Israel que excluye a no-judíos es excusada. Un millón de palestinos abandonaron sus hogares como consecuencia de la "blitzkrieg" israelí que se apoderó de Palestina. Ellos no pueden regresar a su patria ancestral, y muchos se ven obligados a vivir en campos de refugiados que son poco más que campos de concentración de pobreza e inmundicia.
A. M. Rosenthal es desde hace tiempo el editor del periódico quizá más influyente de Estados Unidos, el New York Times, de propiedad de los judíos. Un belicoso partidario de Israel, él sólo se queja del Estado sionista cuando no es lo suficientemente sionista para su gusto. Sin embargo, en un editorial de 1992 Rosenthal se sintió obligado a criticar a otro país que deseaba preservar su integridad racial y su herencia cultural.
«Ellos harían mejor estableciendo una cuota de inmigrantes y fomentando una sociedad más pluralista mediante la adopción de una fórmula para conseguir la ciudadanía basada en la residencia más que en los lazos de sangre.
«Igualmente deplorable es el fracaso de Bonn en revisar una ley de naturalización pasada de moda basada en la etnia. Bajo el sistema existente, a un trabajador turco que ha vivido en Alemania durante 30 años y habla alemán de manera fluída se le niega la ciudadanía que se le concede automáticamente a un inmigrante de habla rusa pero que puede demostrar ancestros alemanes» [12].
[12] A. M. Rosenthal, New York Times, 9 de Diciembre de 1992.
Rosenthal equipara la actual política alemana de inmigración con la de los nacionalsocialistas. Sin embargo, ¿es la ley de inmigración israelí tan diferente?.
No sólo Alemania sino toda nación Blanca es un objetivo del apoyo de Rosenthal a la libre inmigración. Sólo la política inmigratoria de Israel —la más draconiana de todas— es inmune a la crítica. Rosenthal se identifica a sí mismo como el descendiente de un inmigrante ilegal (su padre), e incluso alaba la inmigración de haitianos, muchos de los cuales son drogadictos y portadores de Sida.
«Casi siempre ahora, cuando leo acerca de los haitianos que se arriesgan en el mar para llegar a este país pero que terminan detrás de una alambrada, pienso en un inmigrante ilegal que sucede que conozco, y en sus hijas y su hijo [él mismo]...
«Aún reconociendo de mala gana algunas limitaciones económicas, este país debería tener la delicadeza moral de aceptar a vecinos que abandonan países donde su vida es terror y hambre y que están dirigidos por bandas criminales...
«Si aquello fuera una calificación para entrar en nuestra Tierra Dorada, los haitianos deberían ser bienvenidos con canciones, abrazos y conmemoraciones» (Ibid.).
Como un lector crónico del New York Times, aún tengo que leer un editorial de Rosenthal que pide la aceptación en Israel de un millón o más de palestinos que están obligados por Israel a vivir en la terrible pobreza de los campos de refugiados. Tampoco ha pedido nunca Rosenthal que los judíos den la bienvenida a los refugiados palestinos en Israel con "canciones y abrazos". Rosenthal no es estúpido, pero es profundamente hipócrita. Él sabe que otorgarles la plena ciudadanía a todos los palestinos que están actualmente en Israel y a todos los que están en los campos de refugiados fuera de sus fronteras, terminaría rápidamente con el Estado político sionista, de la misma manera que la inmigración no-europea erosiona el EE.UU. de nuestros antepasados.
En un aspecto diferente, Rosenthal sabe que Israel no podría haber sido creado sin la inmigración e invasión de Palestina. Observando el registro histórico, ¿deberían haber dado la bienvenida los palestinos a los inmigrantes judíos con canciones y abrazos? Rosenthal no tiene más consideración por los estadounidenses tradicionales que por los palestinos originales habitantes de lo que ahora se llama Israel. Él tiene sólo una abrumadora preocupación: el supremacismo judío.
Rosenthal está orgulloso de lo que él y muchos otros judíos son: extranjeros tal como los "espaldas mojadas" con quienes él se identifica. Él vive aquí, participando de todas las ventajas de la ciudadanía estadounidense, pero él no llegará a ser —y no podrá— un verdadero estadounidense que ponga los intereses de EE.UU. por encima de los de la agenda sionista.
A medida que los judíos se vuelven más desvergonzados en su ejercicio del poder, algunos ahora se jactan de su papel en la desposesión de los gentileseuro-estadounidenses. Earl Raab, director ejecutivo emérito del Instituto Perlmutter de Apoyo Judío—asociado con la ADL (Liga Anti-Difamación de la B'nai B'rith)— y escritor en el Boletín Judío de San Francisco, escribió:
"Fue sólo después de la Segunda Guerra Mundial que la ley de inmigración fue cambiada drásticamente para eliminar tal discriminación. En una de las primeras piezas de evidencia de su madurez política, la comunidad judía tiene un rol de liderazgo en la realización de esos cambios"(Jewish Bulletin, 23 de Julio de 1993).
Raab prosigue celebrando el venidero status minoritario de los Blancos en Estados Unidos. Una vez que eso haya sucedido, él espera unas "restricciones constitucionales" (¿restricción de la libertad de expresión?):
"La Oficina del Censo acaba de informar que aproximadamente la mitad de la población estadounidense pronto será no-Blanca o no-europea. Y todos ellos serán ciudadanos estadounidenses. Hemos sobrepasado el punto en que un partido nazi-ario podría ser capaz de prevalecer en este país.
"Hemos estado nutriendo el clima estadounidense de oposición a la intolerancia étnica durante casi medio siglo. Ese clima no ha sido todavía perfeccionado, pero la naturaleza heterogénea de nuestra población tiende a hacerlo irreversible y hace nuestras restricciones constitucionales contra la intolerancia más prácticas que nunca" (Jewish Bulletin, 19 de Febrero de 1993).
Como dice Raab, los activistas judíos sionistas que han apoyado un Estado nacional dirigido exclusivamente por judíos, han estado reforzando una masiva inmigración no-tradicional en EE.UU., y ansían el tiempo en que la demografía del voto en Estados Unidos refleje esa transformación.
Me pregunto si el sionista Israel Zangwill —quien acuñó el término "crisol de razas" [melting pot]— imaginó su Estado judío como un crisol de razas de judíos y árabes, de Islam y judaísmo. Teniendo en cuenta el etnocentrismo del sionismo, yo más bien lo pongo en duda. Un caricaturista estadounidense escribió que el problema con el crisol de razas es que "El fondo siempre se quema, y la escoria sube a la superficie". Es cierto que EE.UU. ha visto una mezcolanza de las diferentes nacionalidades de Europa dentro de una tradicional mayoría estadounidense, pero a pesar de la omnipresente propaganda en pro de la mezcla de razas de los medios judíos de comunicación, no ha habido una gran mezcla de Blancos y negros sino sólo una mezcla marginal de elementos mestizos y anglos. Sin embargo, lo que esos sionistas no han sido todavía capaces de conseguir mediante su apoyo del mestizaje, están en proceso de lograrlo mediante una inmigración masiva y diferentes tasas de nacimientos.
Los judíos también han promovido, por medio de sus preconizadores del "crecimiento cero" [diferencia entre nacimientos y muertes], como Paul Ehrlich, familias más pequeñas entre los líderes naturales de la mayoría estadounidense. La promoción judía del movimiento de liberación femenina y del aborto voluntario ha disminuído el índice de natalidad de las clases más productivas y educadas de Estados Unidos. Su declarado deseo es la disolución de la raza europea en Occidente por cualquier medio necesario. Una inmigración continua y masiva de no-europeos satisface esos objetivos.
En resumen, la masiva inmigración no-Blanca ha sido una de las armas más efectivas de la judería organizada en su guerra cultural y étnica contra los euro-estadounidenses. Nosotros no podremos vencer en esta lucha de vida o muerte hasta que nuestro pueblo comprenda que estamos en medio de una guerra, y que nuestro lado está sufriendo grandes pérdidas. Perder esta guerra significaría la destrucción de nuestra cultura, herencia y libertades estadounidenses. Significaría nada menos que la destrucción de los mismos genes que han hecho posible todas las creaciones sociales, culturales y espirituales que distinguen a nuestra civilización.
Nuestras voces son silenciadas por los medios de comunicación que están en manos de nuestros enemigos. Demasiados de nosotros estamos presenciando silenciosamente el genocidio de nuestro pueblo. El tiempo se acaba. Debemos hablar claro ahora y defendernos. Debemos luchar por la continuación de la magnífica cultura que nos legaron nuestros antepasados. Debemos emprender cualquier acción que sea necesaria para asegurar el futuro de nuestros hijos y de nuestras generaciones venideras. Al igual que todas las cosas vivientes, debemos lucharpor nuestro derecho a vivir.
Estados Unidos está de muchas maneras invadido, de manera similar a la ocupación israelí de Palestina. Los supremacistas judíos controlan los medios de noticias, editoriales y de entretenimiento; ellos controlan nuestras elecciones y a nuestros políticos, y ahora están orquestando una masiva inmigración en nuestra tierra que nos convertirá en una minoría política y culturalmente impotente, de la misma manera que el pueblo de Palestina ha sufrido dicho destino. Ellos procuran convertir nuestro país en una Torre de Babel en la cual ellos ocupen los pisos superiores.
No sólo los estadounidenses están camino al olvido sino también nuestros hermanos a través de Europa. En realidad, muchas naciones están bajo el impulso supremacista judío hacia la globalización y la destrucción de cualquier clase de orgullo y cohesión étnica o nacional que pudiera representar una amenaza para su hegemonía. Ellos buscan rehacer el mundo y convertirlo en una masa ordinaria de individuos atomizados y desarraigados, incapaces de una resistencia colectiva.
Si permanecemos silenciosos en este período crítico de la historia de nuestro pueblo, éste se extinguirá y quedará en silencio para siempre. Esta máxima es verdadera no sólo para los europeos y los estadounidenses sino para todos los pueblos de la Tierra.–